“Concha” Agramonte, una mujer de probado carácter

Share on facebook
Share on twitter

La mujer dentro del proceso independentista cubano, ocupa un lugar muy importante, porque dentro de su justo contexto, en donde la condición de fémina limitaba su accionar, supo también entregarlo todo al servicio de la patria. Lo anterior que muy bien demostrado en la figura de María de la Concepción “Concha” Agramonte Boza, mujer de probado carácter y manifestaciones libertarias, evidenciadas desde muy corta edad.

Nacimiento y familia

Concha Agramonte nace el 7 de diciembre de 1834. Era hija de D. Juan de la Cruz Agramonte y Arteaga y Doña Rufina Bozo y Varona, quienes pudieron ofrecerle, una excelente educación debido a su posición económica. Desde muy temprano, despuntó por su gran belleza e inteligencia, pero también por su patriotismo.

Matrimonio y guerra

A los 17 años, en 1852, contrae matrimonio con Francisco Sánchez Betancourt, fruto de esta unión nacieron 12 hijos. Iniciada a la revolución del 68, y luego de la incorporación del Camagüey a la guerra, marcha al campo insurrecto junto a su esposo y descendencia. A partir de allí su actuación sería admirable.

Trato hospitalario encontraron en su casa los jóvenes habaneros: Ayesterán, Juan M. Ferrer, Moralitos, Mendoza, Julio y Manuel Sanguily, Zambrana, los hermanos Luis Victoriano y Federico Betancourt, que buscaban integrar las filas mambisas. Parte a Guáimaro, en donde una de las primeras tareas fue la atención a los delegados de la Asamblea Constituyente, dado que en su hogar se discutieron varios artículos de la Constitución. Además de que según sus propios testimonios, una de las páginas más importantes y felices de su vida fue el haber presenciado dicha proclamación.

Vicisitudes y exilio

La evolución de la propia contienda, hizo que Concha no escapara de los problemas y vicisitudes. Su vida, anteriormente llena de lujos y comodidades pasaría a estar marcada por el sobresalto y la angustia, pero en aras de apoyar el ideal independentista.

En 1871 sintió en peligro su vida y la de sus pequeños cuando una fuerza española llegó al sitio donde se encontraba. No obstante, gracias a la benevolencia del jefe español, conocido suyo, obtuvo un salvo conducto de ocho días para que pudiera recoger a varios de sus hijos que con la confusión se habían escondido en el monte.

Luego de diferentes sucesos, llega a New York, exilio en el que estará hasta 1878; el cual resultará muy duro en un principio, debido a no poder contar con la familia de su esposo, además de otros inconvenientes para obtener el dinero de una cuenta de su cónyuge. Pero se impondrá su inteligencia y resistencia una vez más, sacando a flote su familia como costurera.

Reunificación familiar

Finalizada la gesta, se reúne con su esposo e hijo mayor, Benjamín, pero con la tristeza que provocaba la muerte de su otro retoño, Juan de la Cruz. Sin embargo, ambos consortes habían cumplido bien con su deber. Si bien, la alegría sería opacada con la muerte de Francisco, luego de una larga y penosa enfermedad.

La Guerra Necesaria

La nueva contienda no sorprende a “Concha” Agramonte, quien con dolor y satisfacción acepta, apoya la marcha de cada uno de sus cinco hijos varones al llamamiento de la patria. Aunque con el mismo espíritu, pero con un cuerpo marcado por los años, ofrece igualmente su casa como lugar de reunión.

Por su mediación logran salir al campo, para incorporarse a las filas insurrectas, los jóvenes habaneros que el Dr. Raimundo Menocal, antiguo amigo de su hijo Eugenio, Ies enviara recomendados, tales como el Dr. Eugenio Molinet, los hermanos Sonville, Raúl Arango, Néstor Aranguren, Armando Menocal y muchos más. Asimismo interviene como estafeta de la correspondencia de aquellos con sus familiares y de informaciones sobre lo acontecido en la revolución; motivo por el cual sufre prisión junto a otras respetadas damas de la sociedad y nuevamente exilio.

De regreso en New York, esta vez acompañada por su hija Emilia y su nuera Caridad, con sus dos infantes, no experimenta los tormentos sufridos anteriormente; porque estaban mejor organizados los servicios ofrecidos a los familiares de los patriotas y la comunicación con estos. Terminada la Guerra del 95, regresa al encuentro de sus hijos amados.

María de la Concepción Agramonte pasaría sus últimos años en La Habana, rodeada de la admiración, respeto de toda una sociedad que veía en ella a un ejemplo del sacrificio de la mujer cubana en aras de la emancipación de Cuba.

Bibliografía

Peláez, Yolanda. La mujer en la Revolución. Periódico Adelante, 1983.

Biografía de Concepción Agramonte viuda de Sánchez (Homenaje Filial), 1919.

Más relacionados