Concha Agramonte y Boza

Foto: Archivo OHCC
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Pocas veces su nombre es escuchado, ninguna calle del terruño natal le lleva como marcación urbana, ninguna escuela ni asociación lleva una fotografía suya. Ninguna estatua a su memoria. Fueron la desidia republicana, el machismo raigal y la discriminación descarnada por motivos de sexo, los factores sociales e ideológicos los causantes de la invisibilidad, la marginación y la exclusión de tan dignas cubanas. En el Camagüey hay que hablar del sacrificio de María de la Concepción Agramonte y Boza.

Esta camagüeyana singular nació en la casa señalada con el no. 2 antiguo, casa esquinera a la calle de La Candelaria, actual Independencia; el 7 de diciembre del año 1834[1]. Junto a otros hermanos descendió Concha Agramonte del matrimonio de Juan de la Cruz Agramonte y Arteaga y de Rufina Boza y Varona. De familia histórica y culta, mientras llevó noviazgo con el joven criollo Francisco Sánchez-Pereira y Betancourt, al producirse el fusilamiento del patriota Joaquín de Agüero y tres de sus compañeros de armas, en agosto de 1851; como otras mujeres valientes de aquel entonces, Concha Agramonte recortó sus cabellos para testimoniar su repudio al crimen perpetrado por militares hispanos contra sus coterráneos. Medio centenar de muchachas integrantes de la burguesía criolla conocidas de Concha Agramonte, incomodaron al teniente gobernador de Puerto Príncipe y no temieron a represalias.

Familia de patriotas

Un año después, el 12 de junio de 1852, en la Parroquia de la Soledad, Concha Agramonte y Francisco Sánchez se juraron lealtad mutua y eterna unión ante el altar mayor del templo, que se empinaba sobre los tejados de la calle de ese mismo nombre y a escasos metros de la casa familiar. Ya Concha pertenecía a círculos juveniles en los que se platicaba sobre asuntos políticos, en tanto frecuentaba la sociedad Filarmónica o El Liceo de Puerto Príncipe, en compañía de sus otros hermanos Manuel, Juan de la Cruz y Jacinto. Estos se relacionaban con los hombres claves del período: Eduardo Agramonte Piña, Ignacio Agramonte Loynaz, Manuel Ramón Silva Zayas, Juan Guzmán Ramés, entre otros de ideas radicales; que los harían incorporarse a la logia masónica responsable de encausar el movimiento independentista en la región.

A Concha no se dejó fuera de «asuntos comprometedores». Menos cuando Francisco Sánchez se incorporó a la revolución tras el alzamiento camagüeyano en el Paso del Saramaguacán, el 4 de noviembre de 1868. Ya residiendo la familia en la enorme casa de la calle Contaduría no. 50, actual Lugareño no. 245, esa se constituyó en verdadero centro de reuniones de revolucionarios, para trazar planes de lucha.

En esa etapa heroica, Concha aportó a la patria 10 hijos, de ellos 6 varones empuñaron armas en el Ejército Libertador en el Camagüey. Sufrió amargamente la pérdida de su hijo, el sargento Juan de la Cruz Sánchez, que murió a consecuencias de graves heridas recibidas en combate en la finca Soledad de Pacheco, el 3 de marzo de 1873. Concha lloró y sufrió, pero resistió para seguir adelante. Nada la detuvo en tantos años de brega revolucionaria.

Calvario y amor de Concha Agramonte

A cuestas con ocho de sus hijos pequeños, se trasladó a la finca campestre en el poblado de Guáimaro libre, y allí fue testigo de la agitación de patriotas para constituir la República en Armas, promulgar la Carta Magna y formalizar los poderes y representaciones del Estado Cubano. Allí vería las llamas que echarían abajo el poblado, el 10 de mayo de 1869, por tal de no caer en manos del conde de Valmaseda. Un tiempo vivió entre el monte en la finca San José en Najasa, donde prestó auxilios médicos a los mambises heridos que llegaban a la Prefectura, hasta que fue tomado el campamento por fuerzas españolas. Concha fue llevada por la soldadesca a la “Cárcel Nacional de Puerto Príncipe”, entre humillaciones y vejaciones, hasta ser trasladada al presidio de La Habana donde tras la liberación provisional, le fue otorgado salvoconducto para viajar a los Estados Unidos.

La patriota y fiel compañera de la vida y de la revolución de Francisco Sánchez, sólo por un tiempo dejó distante a la Mayor de las Antillas; volvería para responder afirmativamente junto a su esposo a la nueva etapa de lucha convocada por José Martí.[2] Allí en casa de amplia sala y hermoso jardín llegaron las Bases y los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano de manos de Martí. ¡Qué gran confianza del Delegado en estos modélicos esposos y dignos patriotas!         

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[1] La casa inadvertida su historia pasó a ser el “Bar San José”, en primeras décadas del siglo XX, hasta que en la década del 70 la remodelación del lugar y la reconstrucción de la Tienda “Ten Cent” de matriz norteamericana para convertirla en la “Heladería Coppelia” hiciera demoler su antigua estructura colonial de la vivienda. Poco después se añadiría en el lugar la “Cafetería La Cubanita”. En la actualidad la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey impulsa el proyecto de remodelación del espacio que resignificará ese histórico espacio urbano citadino.

[2] Al cese de la Guerra de los Diez Años, en 1878, Francisco Sánchez después de unirse a ella en los Estados Unidos, ambos regresaron al Camagüey en 1880 para reemprender los esfuerzos por la libertad e independencia. Con la misma fe del 68, en la casa de Contaduría nro. 50 Concha y Francisco recibieron a los agentes martianos.

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