Confidencias

Foto: José A. Cortiñas Friman
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A propósito del 25 aniversario de la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey, he querido ofrecer un testimonio de mi paso por ella durante varios años. Me preguntan, y lo han hecho ya infinidad de veces, como es lógico, por los años que llevé laborando allí, y aun lo hago.

 ¿Qué significa para mí la Oficina del Historiador de la ciudad?

Como casi todo el mundo al que le hacen esta interrogante, responden que “todo lo bueno”, además de las alegrías que le trajo; en mi caso voy a ser sincera diciendo que aún me da muchas alegrías; pero también me ha regalado lados un tanto más oscuros. Cómo no, sí lo sabré yo, pues además de las satisfacciones y sonrisas que, desde luego allí me brotaron, también lloré, sí, lloré muchas veces, en ocasiones con lágrimas que tal vez casi nunca nadie las vio, otras veces por dentro y por cosas que pasan, que suelen ser hasta” gotas que colman la copa” y por eso se derrama y son una pequeñez dentro de un todo. Quizás por la sensibilidad de mi carácter o tal vez por lo apasionada, tales eventos se convirtieron en un tsunami.

Satisfacción

Pero lo cierto es que todas esas manchas, esos “lunares”, como a veces suelo decir, no pueden opacar las grandes alegrías y regalos que la vida me proporcionó cuando salía de mi casa y me disponía a ir a mi centro laboral, a ese que en ocasiones sabía cuándo salía, pero no cuando regresaba. Hubo momentos en que era tal la vorágine de trabajo que había que cerrar los ojos y seguir hasta que se concluyera, o al menos medianamente, la labor en la que estábamos enfrascados, porque este lugar, esta institución, abarca tantas aristas y labores diferentes, que quien la conoce a profundidad podrá entender perfectamente lo que afirmo.

Confesión

En ocasiones sueño, y esto creo nunca lo he contado, con mis compañeros en plena conversación o actividad de las tantas en que participé, incluso veo sus rostros con una gran nitidez haciendo planes y proyectos, llegamos a conclusiones, y hasta a veces, discrepamos. Y luego, al despertar, logro sentir una grata sensación, que supongo es por mi alto sentido de pertenencia hacia ella y porque indiscutiblemente, además de disfrutar mi trabajo, yo soy una de esas tantas mujeres agradecidas, que prefiere, como dijo Martí ver que, “…El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz”.

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