Puerto Príncipe fue siempre esa dama codiciada que todos querían tener. Según la historiografía, cuando un país estaba en guerra con España, autorizaba a sus marinos para que atacaran los barcos y las colonias españolas.
Esos marinos, a los que se les llamó corsarios, tenían que dar al rey de su país la mitad de lo que robaban al enemigo. De esta versión también surgieron los piratas, quienes no solo se debían a sus ansias de poder, y de los que escuchamos temibles historias, las cuales ensalzaban su reputación.
Uno de los piratas de renombre por nuestras tierras fue el famoso Henry Morgan, elegido Almirante por sus compañeros de fechorías.
En 1668, este personaje trató de apoderarse de La Habana. Al no poder realizar su propósito, se dispuso a atacar la ciudad de Puerto Príncipe, hoy Camagüey.
Al saber que se acercaban, los vecinos de Puerto Príncipe organizaron una milicia. Morgan ocupó la ciudad, casa por casa, lo que le costó muchos heridos. Para vengarse, torturó cruelmente a varios vecinos.
Por último, para retirarse, pidió un rescate de mil reses, a cambio de no incendiar la ciudad. Tan pronto recibió el rescate, emprendió la retirada.
Resultó un capítulo sangriento y temoroso; pero según otras versiones, también se afirma que los piratas recibieron una fuerte resistencia de la milicia armada, la cual causó varias bajas a los atacantes.
Resultan estas, vertientes de una historia que nos siguen regalando aires de memorias para el patrimonio cultural de El Camagüey.