Desde la historiografía: el alzamiento de Las Clavellinas

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Sin duda alguna, uno de los hechos de gran connotación que la historiografía cubana de las guerras por la independencia de Cuba siempre aborda desde los disímiles enfoques, es la entrada de Camagüey a la Guerra Grande, el 4 de noviembre de 1868.

Las distintas interpretaciones que se le han dado forman parte de todo un análisis y debate, que han traído como resultado un conjunto de investigaciones, en las cuales se visibilizan las posiciones asumidas por los camagüeyanos. Aun así, la importancia del hecho traspasa las variadas lecturas contextuales y nos demuestra que, aunque teniendo en cuenta las anteriores, la actitud final asumida por un grupo de 76 individuos, quienes acataron los planes de Salvador Cisneros Betancourt y ratificaron el honor contraído un día antes, es consecuencia de la evolución de todo un proceso que aconteció en El Camagüey, como parte de un entorno macro.

El camino a recorrer

El Alzamiento de Las Clavellinas, fijaría la senda libertaria de toda una región y sus hombres; pero a la vez trascendería como una de las primeras páginas de la gesta. Sería una respuesta a las vacilaciones de algunos en no querer apoyar a los insurrectos orientales, pues como bien afirmara la historiadora Elda Cento, la búsqueda de la unidad constituiría, desde el mismo inicio del proceso independentista, uno de los elementos más esquivos.

De igual forma, la propia investigadora alegó que, desde el propio comienzo se evidenciarían las particularidades del conflicto bélico en las tierras camagüeyanas, porque de aquellos 76 jóvenes que acudieron al llamado, muchos tenían lazos consanguíneos, dado que catorce eran Betancourt, doce eran Agramonte y otros tantos Varona.

Más allá de una cita

Ahora bien, la convocatoria, la cual estuvo cargada de emociones, resultó en una provechosa jornada, pues se continuó la marcha hasta el ingenio El Cercado, propiedad de Tomás Pío Betancourt.

Según Emilio Godínez Sosa, ya instalados, Eduardo Agramonte, uno de los promotores e inspiradores de la incorporación a la lucha armada, pide la palabra y propone que se le diera organización al grupo y se eligiera al Jefe Superior, siendo nombrado Jerónimo Boza Agramonte. Además se efectúa, el nombramiento de los encargados de dirigir los siete grupos que integrarían las unidades del naciente ejército.

El futuro inmediato

El levantamiento significó el primer paso, pero en lo adelante todo sería más difícil, dado que la confrontación estuvo marcada por factores de diversas índoles que truncaron los objetivos propuestos y el triunfo. No obstante, aparecerían figuras de gran calibre y líderes naturales como Ignacio Agramonte que, a pesar de no escapar de las problemáticas del momento, el progreso en su accionar, pensamiento fue totalmente evidente; de ahí que el alcance del Mayor llegue hasta nuestros días.

Bibliografía

Cento, Elda coords. Cuadernos de historia principeña 11. Patrimonio y legado al siglo XXI. Editorial Ácana. Camagüey, 2012.

Godínez Sosa, Emilio. Eduardo Agramonte Piña. Instituto Cubano del Libro, Editorial Arte y literatura. La Habana, 1975.

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