Eduardo Agramonte Piña, patriota camagüeyano de intransigente postura independentista, participó en diversas acciones combativas. Es el autor de los toques de cornetas «Diana mambisa» y «A Degüello», convertidos en órdenes militares del Ejército Libertador cubano junto con la obra militar Memorándum sobre el Arte de la Guerra.
Si temprano en la mañana, a las 6:00, usted se acerca al Parque Ignacio Agramonte de la ciudad de Camagüey participará con beneplácito en un acto solemne de los cubanos: La ceremonia de la bandera. El toque de corneta de la «diana mambisa» rememora uno de los momentos más importantes de un campamento insurrecto.
Y, por otra parte, si disfruta de los dibujos animados de Elpidio Valdés -ese protagonista de tantas historias casi inverosímiles de los mambises cubanos que acompaña a diferentes generaciones a recordar las gestas libertadoras del siglo XX- comprenderá de inmediato la significación del toque «A degüello»
Sin embargo, si le preguntara ¿cuál fue el autor de ambos toques de cornetas convertidos en órdenes militares del Ejército Libertador cubano?, pocos responderían a la interrogante, porque tenemos una deuda con la vida y obra de Eduardo Agramonte Piña.
¿Quién fue este camagüeyano considerado el primer principeño herido en la Revolución al ser lesionado durante el combate de Bonilla, que participó en diversas acciones combativas hasta su muerte el 8 de marzo en el combate San José del Chorillo con solo 31 años de edad?
Las respuestas pueden ser muchas. Si lo definimos con un vocablo, es un héroe; si lo hacemos con varias palabras: un hombre de una sensibilidad infinita y amor intenso a Cuba. Para la historiadora Elda Cento Gómez, «su vida es un ejemplo de esa confluencia de aptitudes que hicieron singulares a muchas personalidades de nuestra historia.»
Dos casos peculiares en la región son el del mayor general Ignacio Agramonte Loynaz y el del Coronel Eduardo Agramonte Piña. Ambos contrajeron matrimonio con las hermanas Matilde y Amalia Simoni Argilagos, y compartieron sus ideales independentistas.
A Eduardo Agramonte se le debe un estudio más profundo de su obra. Graduado de médico cirujano, docente del Instituto de Segunda Enseñanza de Puerto Príncipe y colaborador de las publicaciones Crónicas del Liceo de Puerto Príncipe y el periódico El Oriente. Conspira contra España como miembro de la Junta Revolucionaria de Camagüey, y fue de los primeros en tomar las armas el 4 de noviembre de 1867 en Las Clavellinas.
Miembro de la Asamblea de Representantes del Centro, en Guáimaro es nombrado Secretario del Interior de la República de Cuba en Armas. También desempeñó interinamente la Secretaría de Relaciones Exteriores, aunque un año más tarde sus discrepancias con Carlos Manuel de Céspedes lo hacen renunciar y pasar a la Cámara de Representante.
Sus méritos militares como jefe de la Brigada Sur le avalan el ascenso a coronel del Ejército Libertador. El 8 de marzo de 1872 es herido mortalmente frente al batallón San Quintín en el combate San José del Chorrillo, mientras protegía la retirada de sus compañeros de armas.
Existe un aspecto poco conocido de su vida, y es la dedicación a los estudios sobre tácticas y estrategias militares de la época, que traduce y compila en la obra: Memorándum sobre el Arte de la Guerra, al cual agregó experiencias de los cubanos como ejemplos didácticos que servirían para instruir en ambos aspectos a los oficiales mambises.
En mayo del año 2007, el arqueólogo español Javier Navarro Chueca donó a la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey ejemplares en soporte digital de la correspondencia entre Eduardo y Matilde, cuyos originales se conservan en la Biblioteca de la Real Academia Española de Historia pertenecientes a la Colección Fernández Duro.
La correspondencia es casi desconocida entre los cubanos a pesar de ser una obra de amor que en tiempos difíciles se erige como un mensaje ético impostergable.
En una de sus misivas, Eduardo le escribe a su esposa: «No tengas cuidado, alma mía, que nadie más que yo desea volver a su idolatrada familia pero honrado y digno, y haré cto pueda por conseguirlo pronto…».
Matilde le responde «[…] que si he de verte deshonrado prefiero verte muerto […] pero perdona mi alma desgarrada por el dolor estoy diciéndote cosas increíbles, tu deshonrado, no mi tesoro, si te hubiera creído un momento capaz de serlo, no te hubiera amado como te adoro e idolatraré eternamente»
Sirvan sus palabras para rendir homenaje a quien Martí describió « […] pasa Eduardo Agramonte, bello y bueno, llevándose las almas…».