Un toque ya característico llega a mi puerta brindándome seguridad y alejando la preocupación. Quien exige mi llamado ni trae nada material; pero si regala un manojo de cariño que hasta mi niña de 4 años percibe.

Hola, -le dice Sofía-.

Buenos días mi amiguita, -responde ella y pregunta luego: ¿Cómo amanecieron hoy? ¿Algún síntoma que preocupe? ¿Están todos en casa? Entonces todo bien.

Sí, sí, -responde Sofi- y no te preocupes amiguita que no vamos a salir. Mira yo también tengo un nasobuco…

Este es el intercambio que todas las mañanas sostiene mi pequeño rayo de sol con la joven estudiante de 3er año de la carrera de Medicina, Evelyn Castillo Oria; quien con su dulce carácter y buen trato ha sabido ganarse el corazón de las familias que habitan las 54 casas que le corresponden pesquisar todos los días.

En estos tiempos de pandemia donde las visitas son escasas y las salidas al portal casi un privilegio, la llegada de Evelyn constituye todo un acontecimiento. Creo que cuando pase este triste período, que también tiene matices positivos como lo es la preocupación y la amistad entre los semejantes, la vamos a extrañar.

La entrega con la que una estudiante de Medicina realiza su pesquisa es digna de admirar, no existen temores; con nasobuco, lápiz y papel en mano, camina sin cansancio cada mañana segura que se prepara para una de las profesiones más sensibles y hermosas que existen: ser médico.

Qué mejor ejemplo para esta juventud cubana que por estos días celebró otro aniversario de su organización. Estoy segura que historias como la de Evelyn se multiplican a diario en cada hogar de esta isla bañada por el mar, que, a pesar de las carencias, sigue mostrando su ejemplo de entrega y heroísmo al mundo.