Existe un oficio tan antiguo como su propio gremio, pues con el ferrocarril y su llegada al Camagüey en 1837, surgió el guardabarrera o guarda- cruceros.
Esa labor llega hasta nuestros días, en varios puntos importantes de la ciudad, como vigías de la línea férrea, que protegen su paso rasante y evitan accidentes automovilísticos.
El poco divulgado oficio, me llamó la atención al pasar por el crucero de la vía central oriente, ubicado en el km 532.949, en el Reparto Jayamá.
Una maltrecha caseta acoge al maquinista ferroviario, Martin Luis Alejo, quien con mucho cariño me mostró los detalles de su día a día como centinela junto a la línea férrea.
En el crucero
Su principal función es evitar accidentes con el paso del tren, pero tiene otras tareas, entre ellas, el estar atento si algún coche o vagón, lleva un herraje caído o cualquier defecto que pueda atentar contra su buen desempeño.
En estos casos, lo informa a la oficina central a través de su planta de radio y ellos a su vez, darán indicaciones al maquinista a bordo.
La señal funciona con corriente, al acercarse el tren a unos 600 metros, el guarda- cruceros activa un interruptor y las luces del semáforo comienzan a parpadear y se activa la alarma.
Sonidos y luces que por el día pierden visualidad y hoy tampoco cuenta con el sonido, al encontrarse la zona sin fluido eléctrico.
Cómo hacer en estos casos
Ante la falta de electricidad, el operador tiene dos banderillas, una roja y otra verde, con ellas se establecen señales manuales: de frente a la locomotora levanta la verde para que el conductor vea que el crucero está protegido y continúe viaje, mientras agita la roja de frente a los autos, para indicar la parada obligatoria.
Si fuera de noche, las señales se realizan con linternas, estas se mueven de arriba abajo, hasta que la locomotora emite dos pitazos, confirmando así que recibió el mensaje.
Su responsabilidad y cuidados son altos, pues un fallo o retraso en cerrar el crucero, puede ocasionar un accidente o descarrilo, con serias implicaciones para la vida de las personas involucradas.
Antiguamente el cierre del paso rasante se marcaba con barreras de madera a ambos lados de la calle, de allí el nombre del operario era guardabarreras, con la desaparición de las barras y solo quedan los semáforos, el encargado de esa intersección pasó a llamarse guarda-cruceros.
Alejo
El encargado de hoy fue maquinista por más de 25 años, al jubilarse quiso continuar ligado a la familia ferroviaria y en el crucero de Jayamá encontró una manera diferente.
Se alegra cuando ve pasar un tren de pasajeros, muchos maquinistas lo reconocen y saludan; así sigue como en casa. La pasión por el camino de hierro la descubrió muy pequeño, cuando de niño veía pasar las máquinas de vapor y se decía que algún día él manejaría algo así.
El deseo fue superado con creces; pues dice haber operado todo tipo de máquinas, incluyendo las de vapor, las de centrales azucareros y las más actuales, que laboran con combustible diésel y son de diferentes modelos y nacionalidades. La superación constante le permitió transitar por los niveles y peldaños, hasta convertirse en Maquinista-A.
Antes del cierre
Mucho hemos conversado sobre vías férreas y el singular oficio del guarda-cruceros, para cerrar las ideas Alejo quiere agregar algo más… “el bichito del ferrocarril” nunca se ha ido de mi sangre, es parte de mi ADN: es mi vida. Nostalgia y cariño lo embargan al ver pasar los trenes cada día y asegura, que hace bien su trabajo para proteger a todos, porque lo hace con infinito amor.