Se le describe rubio; lampiño de barba; de melena sedosa y encrespada que llevaba trenzada; de ojos azules y vivaces; de cuerpo era delgado; de escritura de trazos elegantes y hablaba con soltura, cuando se tiene educación y cultura. Había nacido en el Condado de Brooklyn, Nueva York, Estados Unidos, el 4 de abril de 1850, hijo del matrimonio del devoto protestante Alexander Reeve y Maddie Carrol. Reeve contaba con adiestramiento militar por formar como soldado en la Guerra de Secesión del lado del Ejército del Norte antiesclavista. Pero al término de la guerra se emplearía como Tenedor de Libros, sin dudas, lo que debió proporcionarle lecturas enriquecedoras a su interés de conocimientos generales.
Un corajudo y carismático patriota
Desde febrero de 1868 usaba el sobrenombre «Henry Earl» al tiempo que respondía a la convocatoria de lucha en la Mayor de las Antillas presentada por la Junta Revolucionaria Cubana en Nueva York, al frente de la que convocaba al esfuerzo emancipador Francisco Javier Cisneros Correa y el general norteamericano Thomas Jordan, jefe militar al frente de la expedición que partiría de Estados Unidos cumbo a Cuba; la misma en la que Reeve se enrolaría en el vapor Perrit.
Sacrificio y fuego
El 11 de mayo de 1869 arribó el vapor a la península de El Ramón, bahía de Nipe. Las fechas parecieran escogidas por la historia. El 19 de mayo de 1869, Reeve tendría su bautismo de fuego contra una fuerza española en el camino a Canalito lugar conocido por Las Cuavas.[1] Acción de guerra a la que continuaría la de Las Calabazas, donde sería prisionero junto a varios de sus compañeros hasta ser fusilados. El delgaducho Inglesito fue dado por muerto al verle sangrante de sus cuatro disparos en el pecho sus captores, pero estado del que se recobraría y salvaría por patriotas cubanos. Ese estado pudo haberle hecho desistir y retornar a casa, empero más pudo su voluntad de hierro y su firmeza inquebrantable.
Recuperado, el 13 de junio, fue ascendido a sargento segundo. Luego de librar combates en esa región oriental, solicitaría traslado al Camagüey; lo que le fue concedido en octubre de 1869, coincidente con la ratificación del traslado del General Thomas Jordan a ese Departamento Militar.
Figueredo presentaría el recién ascendido teniente al Mayor Ignacio Agramonte. En lo sucesivo integraría su Escolta y lo colocaría a su lado todos los combates, y designaría instructor de la Academia de entrenamiento militar. En febrero de 1870, sería incorporado a la caballería a las órdenes del Coronel canadiense William Ryan, participando en numerosas acciones. Posteriormente sirvió a las órdenes del Coronel Cristóbal Acosta en el 1er Escuadrón de Caballería de la Brigada del Norte del Camagüey.
Seguidamente, el 16 de abril de 1870 fue nombrado jefe de la sección de Exploración, combatiendo en Tana, Imías y La Jagua, el 18 de noviembre, y acción en la que resultó herido. Por esa causa pasaría a la fuerza del Teniente Coronel Miguel Machado Cossio, hasta que a mediados de 1871 volvería a integrar la «Caballería Camagüeyana».
Vendrían los combates de Hato Potrero (25/5/1871), La Entrada y El Mulato; el Rescate de Sanguily (8/10/1871). Y antes de finalizar el año se batiría en El Plátano, La Redonda, San Ramón de Pacheco, Imías, San Tadeo, La Matilde y Sitio Potrero (27/11/1871), donde fue herido. Volvería a recibir el plomo enemigo, el 29 de noviembre de 1872, herida de gravedad en el abdomen que requeriría su hospitalización en el campamento de la finca Génova. No se había equivocado El Mayor en el examen de su perfil. En su carta de recomendación al presidente Carlos Manuel de Céspedes, el 17 de diciembre de 1872, el jefe del Camagüey le expresaría: «[…] Y no extrañe el Gobierno que se sucedan casi sin interrupción las propuestas de este digno jefe para Coronel y para Brigadier.
Necesito en Segundo en Camagüey y desgraciadamente, entre los muchos jefes superiores que hay en el Departamento de mi mando, no encuentro uno que reúna las aptitudes indispensables que concurren en este jefe para secundarme. El Comandante Reeve, con sus relevantes cualidades, se hace acreedor a toda mi confianza y creo prevenir al Gobierno de la República favorablemente hacia ese joven extranjero».[2]
En poco tiempo Reeve se convirtió en uno de los hombres más valiosos de la guerra y de la total confianza de El Mayor Agramonte, que lo llamaba «Enrique El americano», quien volvería a ser ascendido por él a Teniente Coronel tras el combate de La Soledad de Pacheco, el 3 de marzo de 1873. Y nuevamente recibiría su ascenso a Coronel, que lamentablemente recibiría con posterioridad a la muerte de El Mayor, el 11 de mayo de 1873.[3] Es sabida la anécdota surgida por esos días, exactamente, en la finca La Crimea, el 6 de julio de 1873, en la que el Teniente Coronel Reeve increpó a un oficial por el anuncio del arribo al campamento del «Mayor» Gómez. Para El Inglesito solo había un Mayor caído en Jimaguayú.
Al asumir el General Máximo Gómez el mando del Camagüey en el campamento donde acampaba Reeve, finca La Aurora, ese día reseñaría Gómez que el Teniente Coronel Enrique Reeve era muy digno de ocupar puesto tan elevado, por demás, ponderaría su valor a toda prueba, su infatigable constancia en el servicio de la causa de la independencia.
Para más, dejaría testimoniado que el valeroso jefe gozaba de consideraciones y simpatías de superiores y subordinados, que se trataba de todo un militar de carrera y, un detalle que llamó su atención, «sus mejores hombres de confianza son negros»[4]. Reeve quedaría integrado al Cuartel General de Gómez. Vendrían muchos combates y actos heroicos. Como el asalto a Santa Cruz del Sur, el 28 de septiembre de 1873, en el que desde una trinchera un disparo de cañón le ocasionara el desgarro de parte de la pierna derecha, que le inutilizaría por el resto de su vida. Tampoco esto haría desistir a Reeve de la causa independentista cubana ni de su lealtad al espíritu de El Mayor Agramonte.
El 20 de junio el General Máximo Gómez le entregaría el mando de la Primera División de Camagüey, ya luciendo el grado de General de Brigada y cuando apenas podía sostenerse sobre el caballo. Ese hombre era todo coraje y vergüenza. Pruebas dejó suficientes en Cuba de su ejemplar servicio militar de alrededor de 400 combates por Cuba Libre, y de su conducta inquebrantable por la causa libertaria cubana. Merece ser recordado eternamente, -más que alzarle estatuas-, como mismo serle agradecidos los camagüeyanos y las camagüeyanas a su sacrificio e inmolación por nosotros.[5]
______________________
[1] En el combate de encuentro, los españoles tuvieron 40 muertos, 60 dispersos y varios prisioneros quedaron en poder de los cubanos. (Periódico El Republicano, Cayo Hueso, Agosto 7 de 1869). Parte del general Thomas Jordan. En: Toste Balart, Gilberto: Reeve: el Inglesito. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, pp. 56-57.
[2] Toste Balart, Gilberto: Ob., cit., pp. 109-110.
[3] Un mes después, Reeve dirigiría el «macheteo de Yucatán», en el que la caballería Agramontina destrozaría la columna española mandada por el Coronel Francisco Romaní Torres, muerto junto a 6 oficiales y 55 soldados.
[4] Gómez, Máximo: Diario de Campaña. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1968, pp. 36-37.
[5] El 4 de agosto de 1876, con apenas 26 años de edad, Reeve rodeado de españoles en la sabana de Yaguaramas prefirió privarse de la vida con un disparo de su revólver antes de caer prisionero. Era mucha la Vergüenza del extraordinario mambí.