El Leal de todos…

Fotos: Archivo Ohcc
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¿Qué pudiera decir yo, una simple y sencilla camagüeyana, de un hombre tan grande; del que tantas personas importantes y renombradas han hablado en estos últimos días?
Al hablar de él me arriesgo a repetir lo dicho; pero, no puedo sustraerme a la idea de no escribir el sentimiento que desde que supe la noticia de su fallecimiento me embargó.

Mi sentir…

Primero me entristecí, claro, cómo no hacerlo después de haberlo conocido. No lo hice con profundidad, como en ocasiones suele decirse de alguien que ya se ha ido y no puede dar fe de eso, y a quienes les gusta un tanto preciarse de ser especiales por ese hecho.
No, para nada es mi caso, pues, aunque trabajé durante muchos años en la Oficina del Historiador de esta ciudad, no fui de las personas más cercanas a él; lo cual no dice que no tenga experiencias de sus visitas a nuestra institución, porque siempre estábamos prestos a recibirlo y ofrecerle nuestra hospitalidad habitual. Esa que agradecía de la forma tan correcta con que se conducía. Segundo, pensé en nuestro Director, sí, porque, continúa siendo mi director aunque ya yo no forme parte de esa plantilla.
Pasaron por mi mente tantas cosas que sabía conversaban, tantos consejos, recomendaciones, en virtud de ayudar a esta provincia que continuamente admiró y destacó en todo momento; y además pensé en el profundo disgusto que le causaría este deceso, por eso, como hago con frecuencia, no tardé en pasarle un SMS, expresándole mis muestras de respeto y dolor .
Tercero, me remonté a la ciudad que lo vio nacer y a la que le dio todo, aun sintiéndose enfermo y sin las debidas fuerzas para enfrentar tantos embates que esa labor implica, sí, imaginé la tristeza  en que se verían sus calles, las que transitaba, mientras pudo, con habitual costumbre.

Todos los que le extrañaremos

Sus familiares, sus amigos, los trabajadores de la Oficina de la Habana, ¿cómo estarían en ese momento y qué soledad inmediata, tal vez, habrán sentido? Nunca estamos preparados para recibir la noticia de la muerte de alguien a quien se ama, se respeta y se quiere, y a quien también, se le debe tanto.
Luego, imaginé los homenajes que se le brindarían y desde luego me mantuve atenta a los comentarios tan merecidos que se ofrecieron por todos los medios, a las entrevistas que rememoraban su visión tan amplia de la vida, de su vasta cultura y de su sabiduría inigualable sobre tantos y tantos temas que abordaba.
Como muchos agramontinos fui a plasmar mi firma y mis condolencias al libro instituido para ello, estando allí, en la larga fila para realizar este acto; y al entrar al Centro de Convenciones Santa Cecilia, me vinieron a la memoria unas palabras que durante el Programa televisivo  “Con 2 que se quieran”, conducido por Amaury Pérez , donde respondió: “…hay que estar en lo que hay que estar…”
Por eso, en lo que escribí, me comprometí a cuidar mucho más el patrimonio, como él nos enseñó y siempre fue su máxima aspiración, legado que dejó para las presentes y futuras generaciones de cubanos.
¿Decir que no estamos tristes, que no se extrañará, que no se añorará su existencia? No, eso no será ni cierto ni posible, pero claro, seguiremos su ejemplo y enseñanzas y estoy segura que en cada rincón, en cada calle, en cada lugar que se proteja y se preserve el patrimonio estará su genial magisterio.
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