Desde los tiempos precolombinos, el cobo estuvo ligado a la cultura de nuestra Isla. Los aborígenes usaban la caracola, de manera que después de cortar un extremo de su punta, la soplaban a manera de instrumento sonoro para comunicarse.
A muchas personas les resulta agradable colocarse un caracol de cobo en el oído. Según la tradición oral, el sonido escuchado reproduce el de las olas del mar. Para otros constituye un lamento y, de paso, un llamado a la conciencia de su gran depredador, el hombre.
Conozco a un artista que desde hace 40 años aprovecha y transforma toda esa belleza que nos regala el océano, para convertirla en útiles del hogar, bisutería para damas, portalápices para escritorios, lámparas de noche y otras joyas poco usuales.
Su nombre es Humberto Suárez Diez, y para su obra reutiliza todos los materiales no alimenticios del mar, ya abandonados por sus hospederos.
El artista
Llegué a su pequeña casa – taller gracias al pedido de una amiga, quien insistió en que debía ver con mis ojos todas las creaciones de Humberto, que conforman una gran colección. Algunas de estas obras fueron vendidas y ya forman parte del Museo del Vaticano, del Centro Memorial Fidel Castro y otras de la Oficina del Historiador de La Habana.
Quedé encantada ante tanta belleza, pues el rosa y el nacarado de las conchas con formas naturales de caracoles, o convertidos en figuras femeninas -temática principal del autor-, te dejan admirada. Así que aprovechando la media luz de sus lámparas de espirales le pregunté sobre su vasta experiencia.
Síntesis de su vida
Todo comenzó en la década de los ´80 del pasado siglo, cuando Humberto trabajaba como diseñador en la Empresa de Industrias Locales; y por una indicación comenzó a buscarle utilidad a los caracoles y a otros desechos de la industria pesquera de la playa de Santa Cruz del Sur.
Entonces, las conchas partidas y las grandes espirales de su interior sedujeron la imaginación del artista, quien además es joyero, relojero y soldador; y utilizó su ingenio y habilidades manuales para producir collares, aretes, pulsos, adornos y otras obras utilitarias para el hogar.
Durante estos 40 años, Humberto no ha dejado de trabajar, y a la vez, de acompañar a la Revolución desde sus inicios, pues fue combatiente en la clandestinidad, como miembro activo del Movimiento 26 de julio. Después del triunfo de 1959, trabajó en la delegación camagüeyana del Ministerio de Industrias -donde tuvo la dicha de compartir una partida de ajedrez con el Che, quien era ministro en aquellos años.
Aunque atesora distinciones y reconocimientos, dice que todo lo que ha hecho por su Patria ha sido de corazón y no esperando medallas; por eso no quiere exhibirlas, y al decirlo, su voz se rasga y las emociones lo dejan en silencio.
De cualquier manera, pude ver algunos honores, como la credencial de su participación en el 11º Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes celebrado en La Habana en 1978; su carnet de fundador del Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS); su identificación como miembro de las comisiones de aseguramiento para el Primer y Segundo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC); y la constancia de las 245 horas voluntarias que trabajó durante la 4ta y 5ta zafras azucareras de la década del ´70.
Tareas pendientes
Por más gestiones que Humberto ha realizado, no ha logrado encontrar apoyo para ampliar su taller, ni personas interesadas en recibir clases sobre su inusual estilo de joyería que puede convertirse en fuente de ingresos para la localidad.
A sus 82 años, mantiene la vitalidad y energía de los 20, y asegura tener muchos deseos de compartir sus habilidades, pues no quisiera que murieran con él.
Creo que aún estamos a tiempo de encontrar a los alumnos que siempre ha soñado para legarles su maestría.
Con Eusebio Leal
En una visita realizada a la Ciudad de Los Tinajones en el año 2000, el Historiador de La Habana, Eusebio Leal conoció al joyero de las caracolas. Pudo apreciar su colección, y con las manos sobre los hombros le insistió: “No la venda, déjela para orgullo de los cubanos”.
Desde entonces, el historiador -amante de lo hermoso- y el artista enamorado de las conchas mantuvieron el contacto. Con mucho amor, Humberto atesora el libro Fiñes, escrito por Leal y obsequiado con una dedicatoria especial: “Para Humberto con profunda admiración, porque su obra transmite encanto”.
Espero que el encanto de estas manualidades deslumbre a nuevos discípulos, y que nazcan otras obras tan exclusivas como las del legendario orfebre.