En la década del 30 del pasado siglo la ciudad de Camagüey vivió uno de los sucesos más curiosos de su historia. Exactamente el día 11 de junio de 1933 aterrizó en el aeropuerto Ignacio Agramonte el biplano Cuatro Vientos, procedente de Sevilla.
Sus tripulantes, el capitán Mariano Barberán y el teniente Joaquín Collar buscaban atravesar, sin escalas, el Océano Atlántico, lo que era considerado una utopía para los avances en la aeronáutica en aquella época. El objetivo era llegar a Cuba y de ser posible aterrizar en la Habana, sin embargo, luego de alrededor de 40 horas de vuelo, la escasez de combustible y el mal tiempo se combinaron para que decidieran tocar suelo en Camagüey.
A pesar de ello, el vuelo fue exitoso, tanto que los aviadores del Cuatro Vientos se negaron incorporar a su nave equipos para mejorar la comunicación. Así lo contó en entrevista a la periodista Jesmir Varona el piloto y escritor Franklin Picapiedra Montejo, quien se dedicó a investigar la historia de esta travesía y plasmarla en su libro El Enigma del Cuatro Vientos.
“Tras la llegada a Camagüey, Torres Menier, con mucho tacto, le insinuó a Barberán que Zayas-Bazán, el mismo aviador que le había adaptado el aparato de telegrafía a su avión, podía adaptarle uno al Cuatro Vientos, sin que perjudicara su peso y balance. Barberán se rascó la calva y le dijo: Verá usted señor este avión como está luego de darle la vuelta al mundo, no es necesario ponerle ninguna telegrafía.”
El 12 de junio, en presencia de cientos de camagüeyanos deseosos de ver en funcionamiento aquel biplano, partió hacia la Habana el Cuatro Vientos, para luego tomar rumbo hacia tierras mexicanas, destino al que no pudo llegar.
“Después de haber cruzado el Atlántico ellos subestimaron el vuelo a Ciudad México, porque era mayormente sobre tierra. Ya estaban casi a punto de partir y todavía no tenían la ruta a seguir. Eso tenía molesto al teniente Collar y las condiciones psico-físicas de los pilotos son determinantes a la hora de tomar una decisión ante cualquier eventualidad que se presente. Yo creo que ellos, tratando de huirle al mal tiempo pudieron haberse metido en el medio de una tormenta, con la tecnología de aquellos años no era fácil controlar una nave en medio de esa situación.” –Explicaba Picapiedra Montejo.
Se dice que en lugar de destino los mexicanos los esperaron durante casi 24 horas, pero en aquella travesía el Cuatro Vientos desapareció casi completamente, salvo por una de las recámaras de los salvavidas, presuntamente la única pieza recuperada de aquel incidente, que aun en nuestros días sigue sin tener una explicación definitiva.
En Camagüey un monumento recuerda la hazaña de ambos aviadores. En él se puede leer “A Barberán y Collar, héroes del vuelo Sevilla-Camagüey, perdidos en el salto Habana-Ciudad México, 20 de junio de 1933.”