Dicen que las personas no siempre son de donde nacieron, sino de donde crecieron sus sueños. Por eso, la arquitecta Elizabeth Monteagudo Canto,es camagüeyana de adopción y de espíritu.
Sus padres la trajeron desde Santa Clara a vivir a Camagüey con apenas dos años. Aquí creció, y aunque pudo regresar con su familia villaclareña, asegura que esta ciudad le encanta, pues la atrapó con diferentes proyectos y aquí ha transcurrido su vida laboral y familiar; por lo que es suya también.
Para ella caminar el Parque Agramonte es estar en casa, porque en varios de los inmuebles erigidos entorno al sitio, sus manos y muchas horas de desvelo y estudios, contribuyeron a devolverles la imagen.
Llevan su impronta las labores ejecutivas en la intervención de La Perla de Cuba, El Centro de Gestión Cultural, La Casa de la Diversidad y muchas otras.
La arquitecta
Después de graduarse en la Universidad de Camagüey fue a trabajar a una empresa de servicios de la Vivienda, que ya no existe en la actualidad; allí permaneció durante 10 años. Luego,llegó a la Empresa Provincial de Restauración y, desde 2019, dirige la Subdirección de Proyectos de la Oficina del Historiador (OHCC); sumando ya 25 años dentro del sistema institucional.
Ser parte de la Oficina la ha mantenido siempre estudiando, pues asegura que cada nuevo proyecto lleva análisis y preparación, pues tal como ocurre en la medicina, también en la arquitectura surgen nuevos materiales y métodos de restaurar.
Antes de iniciar la obra hay que analizar cuáles pueden aplicarse a las construcciones existentes. En el caso de las antiguas,resulta prudente reciclar sus propios materiales siempre que se pueda, para que el resultado sea lo más fiel posible a la edificación original.
Elizabeth sueña cada proyecto desde lo que exista de un edificio, a veces desde sus ruinas. Se lo imagina con la elegancia que tuvo cuando abrió sus puertas e intenta devolverle sus valores con mucha delicadeza. Recuerda de forma especial la intervención de la actual Casa de la Diversidad cultural, obra en la que participó como ejecutora y que ha recibido varios premios por su restauración. En ella se sumó el empeño de muchos y hoy exhibe la belleza de sus columnas, pisos y pinturas murales.
Un proyecto inolvidable
Le resulta difícil escoger entre las tantas que ya adiciona a su hoja de trabajo, pero una experiencia inolvidable fue, sin dudas, la intervención en el batey Jaronú tras el paso del huracán Irma, en 2017.
Recuerda su primera impresión al llegar un equipo de la Oficina del Historiador al lugar, pocas horas después del evento meteorológico, y encontrar tantas casas sin techos, con las cubiertas partidas o con las paredes desechas. Recuerda que la tristeza que invadía a los habitantes de ese pueblo era conmovedora, nos cuenta.
Pronto,profesionales de diferentes especialidades pusieron manos a la obra y fueron buscando soluciones para esa arquitectura vernácula, tan poco común en el país, que tenía características muy específicas, como por ejemplo sus techos tramados por piezas, con una inclinación de 45 grados; muy difíciles de restaurar.
Aunque la tarea fue ardua, se hizo, y en un tiempo récord de 4 meses, el poblado floreció y volvió a lucir su especial belleza;con frontones de madera en sus viviendas, su iglesia, la antigua casona del administrador, hoy convertida en hotel, y su corazón latiente: el central Brasil.
Deseos
Para una arquitecta soñadora, sus deseos más recurrentes son el seguir contando con su increíble equipo, que los más jóvenes sigan cohesionados, como demostraron estar en las obras que engalanaron la ciudad para el aniversario 510 y que se unan a ella camino a la Plaza de la Revolución; próxima gran inversión a acometer por la Oficina del Historiador.
Desde una mujer a pie de obra,con grandes sueños por una ciudad eterna,va este homenaje a todas las arquitectas y arquitectos de Cuba.