Fernando Figueredo Socarrás, se incorporó en cuerpo y alma a la Guerra de los 10 Años. Fue Secretario del Padre de la Patria: Carlos Manuel de Céspedes; Jefe del Estado Mayor del Ejército Libertador; ayudante del Titán de Bronce: Antonio Maceo y testigo de la honrosa Protesta de Baraguá; delegado del Partido Revolucionario Cubano en Tampa, y en 1912 presidente de la Academia de la Historia de Cuba. Falleció en la capital del país el 13 de abril de 1929.
¿Presidente de la Academia de la Historia de Cuba?
Este último nombramiento de presidente de la Academia de Historia, merecido con creces, lo valida una de sus obras cumbres, La Revolución de Yara. En el prólogo significó el valor de la mujer cubana, aquellas que en el exilio hicieron palpitar el espíritu de La Damajagua, luego del Pacto y vivificadas por Baraguá:
“Para hacer justicia, debo significar que el espíritu revolucionario la mantenían, inalterado, un grupo de damas cubanas que, con el simpático nombre de “Hijas de la Libertad”, cual otras vírgenes del Templo romano, alimentaban inextinguible el fuego santo del patriotismo: a su rededor, cual satélites luminosos, giraban distintos Clubs, y entre todos formaban, en aquellos instantes de dudas y decepciones, un conjunto sublime en que se rendía culto religioso a la idea sacrosanta de una Revolución.”
Hijas de este Club, son las conferencias que durante cinco años desarrolló Fernando en Tampa, Cayo Hueso, desde 1882 hasta 1887, que luego brotaron en este textyo antes mencionado. Las fuentes orales, escritas y su participación activa en la contienda de los 10 años son la plataforma de tan meritorio libro.
Consideraciones de José Martí sobre la obra de Fernando
Respecto al valor inmenso de esta Historia, José Martí nutrido de sus aportes insustituibles para re-construir el nuevo empeño libertador escribió:
“´No tema V., se hará una cosa que no deje nada que desear. Me prometo publicarla en dos tomos y hacer una edición dedicada a la Revolución que programemos: quiero formar el alma del nuevo Ejército al calor de las enseñanzas del viejo. Uniré los dos libros por una correa y me esforzaré porque cada soldado lleve consigo esta obra, con la misma fe que el creyente guarda la Biblia…Que el viejo Ejército y sus obras sean los cimientos en que, no solo descansen los bisoños libertadores, sino que sobre ellos se levante airoso el edificio de la Patria.”
Las conferencias del ingeniero e intelectual, Figueredo Socarrás, mambí en el exilio, constituyeron una memoria viva, poderosa, en manos del Maestro. El libro del 10 de Octubre, con la correa de la Guerra Chiquita, se juntó al segundo libro del 24 de febrero, para perpetuar el grito de Independencia.
Legado
Hoy, esa memoria histórica constituye la savia del presente. Es la esencia nutricia de nuestra identidad, del sentido de pertenencia a la Patria chica y a la Humanidad.
Bibliografía
Figueredo Socarrás, F. (1902) La Revolución de Yara, 1868-1878. Conferencias. Habana, M. Pulido y Compañía, Impresores 30 Amargura. Cuba.