Siempre he sido fiel defensora y he amado la cultura popular tradicional, pues mis raíces vienen de allá de un pueblo netamente cultivador de las mismas, Majagua, municipio de la hoy provincia de Ciego de Ávila que como todos sabemos hasta el año 1976 en que se produjo la actual división político administrativa en nuestro país, formaba parte de Camagüey.
La historia de los “Bailes guajiros “de mi pueblo se remonta al siglo XX, allá por la década del 30 cuando Pedro García, procedente de Sancti Spíritus organizó y enseñó esos bailes y colocó en cada bando a uno de sus hijos, Irene y Alejandro. A partir de allí surgieron, el azul y el rojo, siendo la costumbre el que cada uno de estos llevara un matrimonio o un hombre y una mujer que los representara. Y desde aquel entonces mis abuelos maternos llevaban el Bando Azul, posteriormente y cuando fueron naciendo sus hijos se incorporaron también, teniendo cada uno su rol en el mismo.
Un día se perdieron estas celebraciones por razones diversas, hasta se comentó que fue por “riñas”, que en oportunidades se armaban ,entre familias incluso por pertenecer unos a un bando y otros a otro ,trajeron esa consecuencia ,pero lo cierto fue, que los viejos fueron muriendo y solo quedaba el recuerdo, además de la añoranza de aquellas competiciones sanas, y los descendientes ya hombres y mujeres, con hijos la mayoría, que al triunfo de la Revolución y transcurridos algunos años, se motivaron con la convocatoria del entonces Consejo de Cultura, y se encargaron de que tan importante tradición viera nuevamente la luz.
Así fue como un día de un año, que no recuerdo pues era yo muy pequeña, y ya viviendo en Camagüey, llegaron a mi casa a proponerle a la más pequeña hija de mis abuelos, mi tía, que se preparara para encarnar la “vieja del Bando Azul”, la “Carmela” y mi tío, sería “el viejo”, “Don Pepe”, personaje que lo acompañó, hasta los últimos años de su vida. Y así, ese año volvieron a resonar los estribillos de: “Anda Pepe monta atrás, que la yegua se te va”, por los azules y “Doña Joaquina ponte en vela, que la yegua se te va”, por los rojos, los que continúan escuchándose cada noviembre mientras celebran la Semana de la Cultura en esa localidad.
Desde entonces mi tío Tico, estuvo siempre al frente del bando o dentro de su directiva, año tras año y todavía no ha habido quien baile la “caringa” como el, pues cuando se hable de cultura popular tradicional, habrá que mencionarlo. De generación en generación, se nos fue “colando” esta tradición, al extremo que todos en la familia tienen una responsabilidad dentro de la comparsa, incluso los que como yo estamos un poco lejos, pero que también y cuando las condiciones lo han permitido he bailado en ella, sintiendo la emoción de formar parte de una alineación de hasta cien parejas que al unísono responden, “Viva” cuando la voz única del director clara y fuerte dice:“Viva el Bando Azul”.
A la fiesta de los bandos le fue entregado el Premio Nacional de Cultura Comunitaria otorgado por el Ministerio de Cultura y el Consejo Nacional de Casas de Cultura en el año 2000, así como otros reconocimientos y condecoraciones, a lo largo de todos estos años, lo que indudablemente confirma que esas tradiciones forman parte de nuestra identidad nacional.