Gaspar Agüero Barreras, otro ilustre de Camagüey

Foto: Cortesía de la autora
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Por: Verónica Fernández Díaz

Este 15 de febrero se cumple un siglo y medio del nacimiento de Gaspar Agüero Barreras en la antigua villa principeña. Agüero Barreras fue miembro de una familia de hombres gloriosos. Su padre Oliverio poseía una extensa cultura musical adquirida en Alemania e Inglaterra, y por ello fungió como su primer profesor de música y logró que, con tan solo cuatro años, Gaspar dominara la técnica y el repertorio pianístico con tanta justeza que rápidamente logró interpretar a Schumann y Liszt.

Aunque estudió Derecho, su vocación musical era muy fuerte y se convirtió en auxiliar de los maestros Rafael Palau y José Marín Varona. Incursionó con ellos como director de coros en teatros habaneros y en las compañías líricas que dirigían; realizó viajes por toda Cuba y al extranjero.

Aprendió la dirección de orquesta y fijó su residencia en La Habana para dedicarse a la enseñanza del arte musical. Fungió como profesor de Teoría, Solfeo, Piano y Composición; impartió clases en el Conservatorio Nacional del maestro Hubert de Blanck.

También se desempeñó como pianista acompañante de las academias de canto de los maestros Morales y Jordá, organista de la iglesia del Cristo, director del Orfeón Catalán y profesor de la Cátedra de Música de la Asociación de Dependientes del Comercio.

En el Ateneo de La Habana ofreció un curso de Pedagogía musical con la participación de numerosos maestros en el año 1917, a partir de entonces se le denominó Primer pedagogo musical de Cuba. Colaboró en La Gaceta Musical de Cuba de Serafín Ramírez, donde firmaba con el seudónimo Mordente y Don Tadeo; en la revista Cuba Musical de José Marín Varona y otras revistas musicales de La Habana.

Es autor de un boceto sinfónico titulado Aegri somnia, con texto del poeta Julián del Casal, cuya primera audición se realizó en octubre de 1904 ejecutado por la Orquesta Sinfónica de la capital dirigida por Gonzalo Roig, y un poema sinfónico que tituló Guido D’ Arezzo. Escribió  una colección de bocetos cubanos, de ellos sobresalen Puesta de sol y diversas obras para piano, entre ellas varias rapsodias, un concierto para piano y orquesta de temática cubana, dos misas en fa mayor y diversas zarzuelas del género costumbrista: El cinematógrafo parlante o El combate naval de Santiago de Cuba (1901), Huérfana y sola me quedé en el mundo (1901), El país del choteo (1902), La fonda de don Tadeo (1903), La loma del Ángel (1904, en colaboración con Jorge Anckerman), Los efectos del cinturón (1905), El naufragio libre (1906), Los caprichos de Gabriela y En la calle y sin llavín y disgustado con el sereno (1907), Baños de mar y La ley del hambre (1907).

Además, una gran colección de cantos escolares para voz y piano, y para tres voces solas y un himno escolar titulado Flores del bien. Fue el primer músico en Cuba que obtuvo el título de doctor en pedagogía. Cultivó el folclor cubano como compositor e investigador.

Entre los años 1940 y 1946 publicó El aporte africano a la música popular cubana, libro que sirviera de bibliografía al doctor Fernando Ortiz para escribir La africanía de la música folclórica en Cuba, texto que incluye sus transcripciones de cantos y toques africanos. Contribuyó con varios trabajos al análisis de los elementos que integran el folclor musical cubano.

Fue un conocido importador de música norteamericana; único representante en Cuba de la Casa Leo de Feist de New York, lugar donde se compraban piezas que se traían a la Isla y se vendían en las casas de comercio musical.

De su labor teórica se conservan artículos en periódicos de la época y revistas especializadas como Cuba musical y Bellas Artes, también su autobiografía manuscrita y sin fecha y un Álbum-dossier de 1899 a 1903 que se encuentra en el Museo Nacional de la Música.

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