No creo que exista en Camagüey una personalidad local tan identificada por su sobrenombre como lo es Gaspar Betancourt Cisneros, a quien todos reconocen por El Lugareño, que en sus propias palabras era como deseaba que lo vieran sus coterráneos, a pesar que empleó otros seudónimos como el de Homobono, Narizota y el Varón en cartas a sus amigos y escritos periodísticos.
Betancourt era miembro de familias importantes de la ciudad principeña, inteligente, culto, instruido, completó su formación intelectual en los Estados Unidos, donde asimiló el progreso de la nación norteamericana, creyó en la solución anexionista para resolver la situación colonial de la Isla, de igual manera que en la colonización blanca para acabar con la esclavitud y en proyectos progresistas como mecanismos de desarrollo para su patria.
La Gaceta de Puerto Príncipe entre 1838-1840 publica las Escenas Cotidianas-firmadas por El Lugareño- artículos de amplio espectro cultural, económico, social, que retratan a Camagüey a través de las tradiciones, costumbres, cultura y hasta el conservadurismo local. Su postura define al camagüeyano orgulloso de su terruño, pero a la vez el crítico acérrimo frente a lo que conspira contra el progreso.
Sin lugar a dudas, el lenguaje directo, diáfano, polémico y controversial en cartas y la prensa muestra el hombre instruido, que obtiene su designación como socio de la Real Sociedad Económica de La Habana en 1841 e integrante destacado de la Diputación Patriótica en Camagüey, pero también al ciudadano común capaz de dialogar con todo tipo de lector.
Por otra parte, en el ámbito intelectual cubano del siglo decimonónico ocupa un lugar prominente, el epistolario cruzado con pensadores de la talla de José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco y Domingo del Monte.
Su pasión por la obra del ferrocarril
Uno de los aspectos más sobresaliente de Betancourt fue el empeño y tenacidad para hacer realidad el camino de hierro Nuevitas-Puerto Príncipe. Obtuvo la aprobación del proyecto, pagó de su fortuna personal estudios de factibilidad y otros recursos, solicitó ayuda financiera para la conclusión de la obra y a través de la prensa sostuvo apasionados y certeros debates a favor de la empresa.
Finalmente, el anhelado proyecto en su primer tramo se hace realidad el 5 de abril de 1846, año en que El Lugareño tiene que marchar al extranjero por orden del capitán general Leopoldo O’Donnell. La nueva estancia en los Estados Unidos de América y naciones europeas, constituye una de las facetas más interesante de su vida política. Regresa a Cuba en 1861, se asienta en La Habana hasta su muerte el 7 de diciembre de 1866.
Existen incógnitas poco conocidas relacionadas con Betancourt Cisneros; entre las primeras locomotoras que arribaron a Camagüey, una fue nombrada por el ingeniero Wright como El Gaspar, pero el propio Betancourt cambió el nombre por El Principeño.
No obstante, en las actas de la compañía ferroviaria principeña en 1866 se solicita dinero para la reparación de una locomotora que lleva el nombre de El Lugareño, sin precisar más datos al respecto, lo que permite inferir que finalmente circuló por la región una locomotora con su nombre, detalle pendiente a investigar al igual que otros de la vida del camagüeyano.
Se desconoce el paradero del busto dedicado a Gaspar Betancourt ubicado en el descanso de la escalera central del edificio de las Oficinas de los Ferrocarriles, sin embargo, perdura la tarja que señaliza su vivienda en la calle nombrada por su seudónimo. El Museo Provincial Ignacio Agramonte posee algunos exponentes relacionados con él, entre ellos un cuadro confeccionado póstumamente.
No creo sólo en los monumentos para inmortalizar el legado de hombres como Betancourt, pero, no dejo de reconocer que su patria chica debe y puede rendirle mayores homenajes. Me satisface que, en la actualidad en el Museo Ferroviario y centro de interpretación, existe una estación dedicada a la historia del ferrocarril que lleva su nombre, para reconocer su valor como pionero de este moderno medio de transporte en Camagüey.