Valentía e ideas claras se trazaron en la Asamblea de Guáimaro. Por eso, el poblado camagüeyano fue mira para los españoles. Claro lo deja la historiografía cuando aquel 10 de mayo de 1869 las tropas españolas dirigidas por el Conde de Valmaseda se dirigían a tomar el pueblo.
Pero la orden del jefe del Ejército mambí, general Manuel de Quesada, al gobernador civil no admitía réplica: “… pondrá usted fuego al pueblo que se halla bajo su gobierno, de manera que no quede piedra sobre piedra.”
Mejor en llamas que en manos de los españoles. La unidad revolucionaria volvía a brillar más alto. Las raíces de una naciente República de Cuba en Armas se consolidaban.
A la Historia Patria no se le silencia. Al valor de los cubanos no se le pone en dudas.
Nuestro Héroe Nacional también escribió: “(…) ni las madres, ni los hombres vacilaron, ni el flojo corazón se puso a ver como caían cedros y caobas. Con sus manos prendieron la corona de hoguera a la santa ciudad, y cuando cerró la noche se reflejaba en el cielo el sacrificio”.
Y proseguía Martí: “ardía negra, silbaba el fuego grande y puro; en la Casa de la Constitución ardía más alto y bello”. Era el fuego sagrado de la Patria.
Guáimaro, como Bayamo, ardió en fuego sagrado por la Patria, aunque un ladrillo de la casa donde se hizo la Constitución, y muchas historias, han quedado guardados en los corazones de generaciones de cubanos.
Somos también patrimonio vivo de todo lo que se conserva a través de la memoria oral y escrita; por eso hoy Guáimaro y su historia continúan vivos.