No, no voy a comenzar un cuento de los tradicionales que casi siempre se les suele contar a los niños para que duerman, no, me gustaría compartir con ustedes una experiencia que más de un camagüeyano vivió por la década del sesenta del pasado siglo, cuando recibíamos la noticia de que algún circo se encontraba en la ciudad y casi siempre armaban su carpa en la antigua Plaza de Méndez, hoy Plaza Joaquín de Agüero, primera obra intervenida por la Oficina del Historiador de la ciudad en 1999, cuestión que dicho sea de paso, agradeció infinitamente la población.
Recuerdos lejanos
Pues sí, allí en aquella sabana, en un árbol de los pocos que existían, ataban a la elefanta Tana, nombre que se popularizó llegando a ser emblemático, perteneciente tal vez al Santos y Artigas, Montalvo y Pubillones, u otro renombrado circo de los que habitualmente nos visitaban. Confieso que siempre tuve predilección por este arte, pues me parecieron súper arriesgados los números que ejecutaban, y sobre todo los peligrosos me cautivaban, hablo de los aéreos como el vuelo del pájaro, la cuerda floja y también los leones amaestrados, lo que continuó impresionándome cuando disfrutaba del nuestro, El Areito, creado el 17 de septiembre de 1976, al que asistí no solo como espectadora en sus inicios, sino como funcionaria después, ya en los años 90. Esta ciudad siempre lo digo, es muy afortunada pues cuenta con instituciones que otras no poseen, y esta de la que hoy hablo, es una muestra.
Valiosa actualidad
Esta compañía circense, que ya cuenta con cuarenta y cinco años de creada, tiene muchas historias que contar, unas de muchas bonanzas y otras de no tanta, pues en el período en que perdió su carpa, allá por el 90, se apoderó de la mayoría de los artistas un desencanto que obligó a muchos a irse a realizar otros trabajos y algunos hasta se jubilaron, quedando en el olvido y casi deshecho el colectivo, hasta que, contradictoriamente, en 2020,en plena pandemia, le fue otorgada una sede e iniciaron su restructuración artística nuevamente, gracias a la osadía de un joven integrante que asumió su dirección y comenzó a aglutinar a los que pudo, y a otros que se sumaron.
Con mucha alegría leí un artículo publicado por el semanario Adelante del mes de septiembre del pasado año, donde se hacía alusión a esta agrupación, en él se reconocía su valía en conmemoración al aniversario, y se auguraba un renacer del mismo, a pesar de las pocas condiciones con que cuentan, pues se encontraban preparando un espectáculo callejero y otro para teatro titulado: “Uno, dos, tres… ¡despegue!”, y por demás, se encontraban en pleno proceso de evaluación.
Y como las condiciones epidemiológicas mejoraron, ya pudimos disfrutar de ellos con su nuevo proyecto y, aunque sin su tradicional carpa, pero con muchas ganas de hacer, volvimos a soñar con sus números, y futuramente veremos nuevamente los de grandes ilusiones, y hasta, tal vez, los de las ondas aéreas, que más de una vez nos pusieron la “carne de gallinas” a los camagüeyanos, que como yo amamos este arte.