Henry Reeve en el recuerdo del Camagüey

Foto: Archivo OHCC
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Romance del Inglesito (fragmento): «Que andando con Agramonte / mil proezas realizó, / por él llevando en el alma / inefable adoración; / el que en la carga penetra / cuando el clarín da la voz / con sus caballos —delfines en la cerúlea región— / el que en Yucatán destroza / a Romaní, el español (…)».

Al coronel Ramón Roa debemos esos versos que dedicara en 1876 al brigadier servidor de Cuba: Henry Reeve Carrol, de Brooklyn, Estados Unidos de Norteamérica.

Fragmentos de historia

En el Camagüey, al lado de El Mayor Ignacio Agramonte, tendría la oportunidad de poder desarrollar a plenitud su vocación por la carrera militar en la mejor “Academia” de armas del todo el Ejército Libertador, que se batía contra los regimientos españoles en la Guerra de los Diez Años.

Los escalamientos de grados desde el de soldado al de General de Brigada nunca por favorecimientos sino por méritos de guerra -justificativos con alrededor de 400 acciones combativas y marcas de combates que contaron 9 heridas y 1 de gravedad- dicen mucho del combatiente solidario norteamericano merecedor de la absoluta confianza de los jefes de la revolución cubana.

El 4 de agosto del año 1876, cerca del poblado de Yaguaramas, provincia de Cienfuegos, inutilizada una pierna y con herida abierta en la ingle, pero “con la impetuosidad que lo distinguía” -que le conocía bien el Mayor General Máximo Gómez, y quería como a hijo propio- se abría paso entre los enemigos de la libertad después de derribar un sargento, hasta quedar rodeado de españoles en instante en que preferiría dispararse su última bala con honor. Un machetazo en la cabeza recibiría ya muerto.

De lo tanto que habría admirado el ejemplo de gallardía de aquel del Camagüey que fuera su jefe, en quien supo reconocer el modelo de Hombre íntegro de probada hombradía y pundonor que fuera El Mayor, quizás, Reeve debió tener para él pensamiento en el último instante de vida; de ese grande líder-amigo que se había abalanzado sobre la infantería española en Jimaguayú, aquel fatídico 11 de mayo de 1873, para rescatarle de la emboscada mortal.

La misiva escrita en el Camagüey y firmada por sus jefes militares para hacerse llegar a la madre del Inglesito, Mrs. A. M. Reeve, no deja lugar a dudas del profundo dolor por la pérdida del sincero amigo y servidor de la revolución de independencia cubana, que dejara una marca sensible en el alma de la patria y en el pecho del mambisado. Por demás, carta que constituye un testimonio de diplomacia y de respeto por el impar combatiente solidario. Prueba de agradecimiento a un hijo de la nación de la que varios de sus hijos vinieron a la Mayor de las Antillas a luchar al lado de los cubanos por tal de lograr su independencia y libertad verdaderas.

«Camagüey, 26 de noviembre de 1876.

Mrs. A. M. Reeve.

Los que suscriben —compañeros de armas, amigos y subalternos del malogrado General de Brigada, vuestro ilustre hijo— cumplen hoy un triste deber al expresaros, en su nombre y de todo el Ejército, su profundo sentimiento por la pérdida del caudillo que el 4 de Agosto del corriente año, aciaga fecha que la patria inscribirá en el calendario doloroso de sus días nefastos, prefirió un heroico suicidio á la terrible condición de ser prisionero de los españoles.

Él oyó desde su tierra nativa el clamor de este pueblo infortunado que llamaba en su auxilio á los hombres libres de la América, y movido por sus generosos impulsos pisó estas playas, joven y fogoso legionario de la libertad, —sin más títulos que su ardoroso entusiasmo y su firmísima resolución de luchar por la independencia de Cuba, á la que desde entonces adoptó y amó como su patria. Consagrado á la obra sublime de su regeneración política y social, ilustró con sus hazañas estos gloriosos campos (…)

Cuba guarda, como precioso tesoro, en su corazón y en su agradecida memoria los esfuerzos, los sufrimientos y las proezas  del esclarecido adalid (…)

Pensad, pues en lo que sufre la patria (…) esa otra madre que ha perdido también un hijo querido y benemérito, en momentos en que le eran más necesarios sus servicios, y no olvidéis que todos nosotros, al mismo tiempo que vos, lloramos ese santo, magnífico y supremo sacrificio de su existencia.

Recibid, Señora, el sentido pésame y el respetuoso saludo que os dirigen desde esta desventurada y heroica tierra los que como vos derraman lágrimas, por una misma desgracia.

Gregorio Benítez, Brigadier Jefe; E. L. Luaces, Coronel Jefe (S. M.); E. D. Estrada, Teniente Coronel; Enrique Mola, Coronel; Manuel Sanguily, Coronel; Antonio Aguilar, Diputado; Salvador Cisneros, Diputado; Francisco Sánchez y B., Diputado; Enrique Orta, Comandante; Salvador Rosado, Teniente Coronel; Antonio Cosío, Teniente Coronel; Miguel García, Comandante; G. Betancourt, Teniente Coronel; Julio Sanguily, Mayor General; Javier Vega, Capitán; Aurelio Valdés, Comandante; Rafael Rodríguez, Coronel; Miguel Betancourt, Diputado; J. Revolta, Comandante; Roamón Roa; José Urioste, Coronel; Oliverio Varona, Teniente».[1]

No se puede padecer de desmemoria histórica. A diferencia de los actuales gobernantes del poderoso vecino geográfico que pretenden matar por asfixia económica y hambre al país, para dicha del mundo, hijos quedan todavía con honradez, decoro y valor en esa misma nación norteña que tienden puentes de amor, solidaridad y amistad sincera hacia Cuba. ¡Reeve vive multiplicado!

[1] Toste Ballart, Gilberto: Reeve: el Inglesito. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, pp. 269-270.

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