Isabel Cisneros Asbert: La entrevista de los ojos

Foto: José A. Cortiñas Friman
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Cuando Gabriel García Márquez escribió “La entrevista”, olvidó clasificar un tipo de cuestionario: ese que no se sustenta en palabras escritas ni orales, sino en gestos, en miradas, en emociones. Por eso conversar con Isa fue un reto desde el primer momento, pues desafió mis habilidades como entrevistadora al hacerme entender de la forma más práctica posible que la comunicación es más compleja que una serie de preguntas y respuestas.

Isabel Cisneros trabaja hace 20 años en la Plaza de la Revolución como recepcionista recaudadora, pero le gusta hacer de todo un poco: “sirvo café, atiendo a las visitas, limpio, organizo, aquí todos trabajamos con un objetivo común”.

Las manos nerviosas no paran de tocar el sillón y los cachetes colorados enrojecen ante cada interrogante. “Isa, cuéntale de tus resultados aquí en la Plaza”, escucho algunas voces por detrás de mi hombro. Pero ella solo me dice “compromiso” y los ojos se encienden de pasión, sensibilidad y querencia. Esa palabra me bastó para comprender que Isa es una mujer extremadamente humilde y dulce, que le ha dedicado la vida a su trabajo.  “El Salón Guillén es mi joya”, alcanza a contarme. “A veces está limpio, pero yo insisto en seguirlo organizando, porque me gusta verlo impecable”.

“Isa, cuéntale de las personalidades que has conocido”, le siguen hablando desde atrás y ella me mira, baja la cabeza y casi murmurando las menciona: “Aquí conocí a Raúl, a Vilma, a Almeida, a Rosita Fornés y a muchísimos artistas. Esos recuerdos los guardo con mucho cariño”.

El nombre de Isabel aparece en el Libro de Honor de la Mujer Camagüeyana, porque en el acto de cumplir tu deber, y cumplirlo bien, el hecho de no ir por la vida “torpemente vivo”, como diría Martí, es el lenguaje que mejor entiende Isa, más que las preguntas insistentes de una entrevistadora.

“Ahora me siento muy triste porque la Plaza está vacía, porque no vienen personas y está como una madre sin hijos; por eso me siento vacía también, porque a mí lo que más me gusta es ver movimiento en la Plaza, ver a la gente feliz y saber que mi trabajo puso un granito de arena en esa felicidad.”

Pero para ella, pertenecer a un lugar es amarlo por encima de límites terrenales: salarios, circunstancias, situaciones personales. Por eso se aferra a la Plaza como ese espacio que la alimenta y donde se siente útil.

A Isa le gusta leer el periódico y mantener su uniforme siempre limpio. También disfruta mucho la pelota: “este año los Toros ganan”, me dijo con la confianza de una verdadera agramontina. Dicen que tiene una memoria envidiable y que actualiza a todos tempranito con las efemérides cotidianas.

“A veces por el ajetreo del trabajo uno no recuerda ciertos hechos y conmemoraciones, pero siempre que llegamos, ahí está Isa para recordárnoslo, porque para ella toda la historia tiene importancia”, me cuenta la Directora de la Plaza.

“Periodista, ya. ¿Ahora sí terminamos?” Me di cuenta de lo incómoda que se siente hablando de sí misma. No sabe del valor que guarda en su mirada humilde de heroína anónima. Pero no quería prolongar sus lágrimas y me resigné a esta entrevista gestual, llena de símbolos y recuerdos, que nunca podrían ser transcritos con palabras. Ni siquiera por Don García Márquez. Así que guardé el lapicero, la libreta, el móvil y seguimos hablando de béisbol.

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