Por: Oreidis Pimentel Pérez
Miles de aficionados comenzaron a llenar el estadio Cándido González, en Camagüey, desde la tarde del 21 de noviembre de 1974. Era la única alternativa para alcanzar cupo en la grada antes que encendieran las luces para el partido nocturno. No era para menos, desde 1944 un equipo local no enfrentaba a una selección nacional foránea, y en este caso la visita sería el Japón amateur gracias a la gestión del federativo Elichihiro Yamamoto, además estarían presentes Fidel y Raúl Castro, Juan Almeida, Guillermo García, una delegación de la aviación militar peruana y sería el retiro oficial del pelotero Miguel Cuevas.
Los japoneses habían planificado una gira por toda Cuba, una Serie Internacional, y en Camagüey hicieron su tercera escala antes de irse al parque Augusto César Sandino, de Santa Clara. Perdieron con el Habana, frenados por el lanzador Walfrido Ruiz, pero pudieron superar a Gregorio Pérez en el Guillermón Moncada.
El miércoles 20 llegaron en avión desde Santiago de Cuba, y tras el recibimiento con los alumnos de la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) Cerro Pelado tuvieron otro agasajo en el Gran Hotel, antes de un recorrido por la “Ciudad de los Tinajones” al otro día en la mañana.
La expectación era mayúscula. Más de 20 000 personas obligaron a reglas especiales. Estaban por todas partes, incluso dentro del terreno, demostrativo que desde su propia fundación la instalación deportiva ha sido en extremo pequeña respecto a una de las ciudades más pobladas de Cuba.
Homero Guash, miembro del Partido Comunista, jefe de la esfera de educación, ciencia y cultura, y Yamamoto, el vicepresidente de la federación foránea, dieron lectura a las palabras oficiales y… ¡Play ball!
“Los japoneses no dan bolas”. Son chiquitos, nadie pasa de 1.80, delgados, casi todos sobre los 70 kilogramos, muy rápidos y el tercera Saito, el torpedero Sugano y los jardineros Hakai e Isobe atrapan todos los batazos para ahogar los gritos de la multitud. Por ellos domina el derecho Tomayasu Hagino, número 15, y por Camagüey el avileño Omar Carrero, con el 22 en la espalda.
Cuevas dio el primer sencillo de los locales, a Pedro Cruz le arrebataron un jonrón con una atrapada nipona varios centímetros por encima de la tapia y Eduardo Cuesta resbaló antes de llegar al home. No hubo suerte. Mucho pitcheo y defensa, pero los del director Yoshiharu Ando logran siete hits, en especial Katsuhiko Kukuzaki y Mitsuo Sugano, quien empujó las únicas tres carreras del encuentro, a peaar del relevo del también avileño Lázaro Santana. Así ganó Japón, por lechada.
Y también fue noche melancólica porque Sol Miguel Cuevas Piedra pasó al retiro. Recibió muchos diplomas y regalos, como los de grandes bateadores Urbano González y Cheíto Rodríguez, aunque especial fue el firmado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, quien lo saludó desde detrás de la malla del home.
Noche de gala iluminada en los predios boscosos del Casino Campestre. Hasta el año 2001 no habría allí otro juego de béisbol con carácter internacional, con motivo al Panamericano Juvenil.