Los museos son el alma de una sociedad y de su historia; pues los objetos que allí se atesoran, cuentan su devenir, enlazan el pasado con el presente.
Así nos lo dijo la historiadora Bárbara Oliva García, quien mucho se ha dedicado a la preservación de los museos. De sus 33 años de labor, ella tiene mucho que mostrar. Ya sea el de la familia ferroviaria o el Ignacio Agramonte, cualquier museo exige estudios y conocimientos; resulta mágico.
Por eso nos dimos cita en un lugar que puede calificarse como su obra cumbre: El Museo Ferroviario de Camagüey, para acercarnos desde adentro a todo lo que permite disfrutar de un proyecto tan majestuoso.
Baby
Así le decimos todos los que alguna vez hemos necesitado de sus saberes y entusiasmo, para conocer sobre algún tema en particular; pues ella, ante todo se define como historiadora. Lamenta que no exista una carrera universitaria para la Museología, una especialidad como la conservación y la museografía, y que, como el resto, tributa a un bien común: reconstruir una historia con objetos, imágenes y personalidades.
Tratando de resumir sus inicios, volvemos a la estudiante de Licenciatura en Historia que realizó prácticas en el museo de Santiago de Cuba, donde tuvo en sus manos las primeras piezas de alto valor sentimental y cultural; aunque confiesa que su curiosidad por los museos venía desde la infancia.
Luego llegó al Museo Provincial Ignacio Agramonte, donde pasó 22 años aprendiendo de sus antecesores. Se siente afortunada por la posibilidad de haberse acercado a dos de las más bellas colecciones de esa institución, la de Objetos históricos y la de Arte Cubano.
Fue el museo su gran escuela desde la práctica. Allí aprendió a hacer curadurías para exposiciones, a realizar la conservación de piezas -no solo museables, también las de los tesauros familiares- y, sobre todo, a buscar iniciativas para comunicar y divulgar el patrimonio, un reto necesario para atraer nuevos públicos.
La profe
Otra manera de aportar a la salud de los museos es con la formación de su personal. Por eso, Baby es profesora de la carrera Conservación del Patrimonio -en la Universidad de Camagüey- que tiene como sede central al colegio capitalino de San Gerónimo.
Desde las aulas contagia a los alumnos con su definición de museos. Para ella no son el “almacén de objetos antiguos” que muchos creen, sino los guardianes de la memoria colectiva de la nación.
Su obra cumbre
La pasión y el orgullo pueden verse en sus ojos cuando sus pupilas recorren esa gran obra que hoy podemos disfrutar, el Museo Ferroviario.
Baby lo describe como una gran oportunidad, pues pudo aportar a su concepción. Es una mirada contemporánea a la tecnología en función del patrimonio, y lo más hermoso que encontró en ese camino fue el acercamiento a las familias del ferrocarril, las que siente como parte indisoluble del patrimonio industrial camagüeyano -desde donde nacieron historias de patriotismo que aportaron al desarrollo de esta comarca.
El nacimiento de los museos municipales de Guáimaro, Florida y Najasa también merecen su cariño y contaron con su aporte. Hoy, desde la Subdirección de Investigaciones de la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey, ella sigue buscando otras maneras de contar y llevar a los más jóvenes el interés por conocer sobre el pasado y nuestras raíces.
Después de una mañana amena, compartiendo acerca de obras y saberes que generalmente no apreciamos al visitar instituciones museables -como lo son, sin dudas, la labor de conservadores y otros especialistas- concuerdo con Baby cuando afirma que no son lugares fríos que guardan tesoros; los museos son almas vivas que transmiten con sus obras hacia la piel del visitante una calidez humana extraordinaria.