Antes de abrir como Centro de Antropología, primer nombre que se propuso para la Casa de la Diversidad Cultural de Camagüey, ya había varios jóvenes en lo alto de los salones, sobre andamios, con bisturís en manos.
Ellos provenían de la Escuela de Oficios Francisco Sánchez Betancourt, perteneciente a la Oficina del Historiador de la ciudad, su propósito era develar las pinturas que se sabían debajo de muchas capas de polvo y olvido.
La también conocida como La Casona Azul, es uno de los exponentes de la arquitectura ecléctica con mayor elegancia, en la ciudad, sus grandes pinturas murales, hacen de esta un lugar enigmático.
Este diciembre celebrará el aniversario 11 de haber abierto sus puertas a la cultura camagüeyana, por eso si bien es justo resaltar la labor de su colectivo en el apego a las raíces y tradiciones culturales, que heredamos de diversas partes del mundo, no podemos olvidar sus valores en materia restaurativa, protagonizada por los egresados de la escuela de oficios.
Los artistas al rescate
Sobre esta labor tan precisa, que trajo a la luz hermosas pinturas perdidas por muchos años; conversamos con la recién graduada en la especialidad de restauración de pintura mural: Gisell Pons Aguilera.
Gisell nos cuenta que, con un raspado por capas y luego apartando el polvo a punta de pincel, se rescataron del paso del tiempo, estas grandes obras. Pero se necesitó estudiar la composición de las pinturas originales, para luego retocar cada detalle borrado, inyectarlas como a enfermos a punta de jeringuillas para hidratarlas y aplicar disímiles técnicas, que llevan trabajo y paciencia.
Para ella trabajar en la Casona fue una escuela única y especial, porque le dio la oportunidad junto a sus compañeros de ejercitar sus conocimientos, está orgullosa de cada cenefa en la que puso su mano, pues cree que no hay otro lugar en la ciudad con tantos valores reunidos.
Inventarios
Varias instituciones culturales y religiosas en el territorio, cuentan con pinturas murales. La Casa Natal Ignacio Agramonte es un ejemplo, aunque con toda seguridad el baño con las pinturas de Joaquín Miranda Sagol que datan 1930, es uno de los principales atractivos la Casa de la Diversidad y no se compara con otras.
Por eso Gisell disfrutó cada día de práctica en la institución, que los traduce como cortos, pues solo dos años no le bastaron para aumentar sus conocimientos sobre la especialidad, que es sin dudas muy hermosa y se enriquece con experiencia.
Aquí no solo aprendió de pintura, también la historia local, de su identidad y a mirar al interior de la cultura citadina que es muy rica hermosa y la enamora, le provocan pasión y amor a las pinturas a verla viva y no como algo estático.
Según su visión, cada pintura mural narra la historia de una época pasada que da vida a la actual. Su paso por las prácticas fue inigualable, no se va a repetir en una casa tan prestigiosa, que goza del Premio Nacional de Restauración y otros lauros que la distinguen.
El homenaje
Para honrar las oportunidades que le brindó la Casa de la Diversidad como unidad docente, guarda un afecto especial por misma, para ella es vida e historia, cada obra pictórica le recuerda de dónde venimos y quiénes somos, está dispuesta a participar en cualquier intervención que requiera el inmueble para su conservación.
Largas y pacientes jornadas le devolvieron la vida a las encantadoras pinturas murales de la Casona Azul de la calle Cisneros. Galones de óleo fueron aplicados con hábiles manos en cada habitación y 90 años después, volvieron de la bruma bellos rostros de ángeles y verdes palmeras, para seducirnos con la perfección de sus trazos y sus misterios. Feliz aniversario a esa majestuosa institución y que sigan abrillantando desde las artes.