El 27 de septiembre de 1958 la Columna número 11 Cándido González fue partícipe de una de las acciones más nefastas del paso del Ejército Rebelde por Camagüey: la emboscada de Pino III y la masacre de la Caobita.
La Cándido González, bajo el mando de Jaime Vega, había entrado en el territorio de la antigua provincia de Camagüey en la mañana del 22 de septiembre. Al partir de la Sierra Maestra estaba integrada por 65 hombres, pero al llegar a suelo agramontino sobrepasaba los 200 soldados.
Poco tiempo antes habían pasado por Camagüey las columnas de Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos, lo que había avivado la efervescencia revolucionaria en el territorio pero también el número de tropas de la tiranía por la región sur de la provincia.
En este contexto era difícil trasladar tantos hombres por una zona tan llana como la camagüeyana, por ello era importante pasar desapercibidos. De igual manera Fidel desde la Sierra había prohibido el traslado de tropas en camiones, orden que fue desobedecida por Jaime Vega y se pagó con sangre.
La emboscada
En la madrugada del día 27 la columna 11 se transporta en cuatro camiones abarrotados de soldados y al frente de la caravana Jaime Vega y otros oficiales guían la ruta en un carro más ligero. Al paso de la línea del ferrocarril en Pino III el vehículo guía enciende las luces para mostrar el camino y automáticamente una lluvia de metralla cae sobre los camiones.
Las tropas rebeldes logran reagruparse, ordenar la retirada, y recoger algunos heridos. Otros quedan atrapados bajo el fuego enemigo y hacen frente para apoyar la retirada. Al amanecer, sobre el terreno yacen sin vida 19 soldados de la columna, son capturados tres prisioneros y 11 heridos son trasladados hacia el hospital de Macareño.
En el caserío de Pino III los tres prisioneros son asesinados por la espalda luego de mandarlos a correr hacia el cañaveral como método de escarmiento a los pobladores.
La masacre de la Caobita
Los 11 heridos son atendidos en el hospital de Macareño por los doctores Bienvenido García Rivero y Pedro Forno. Al atardecer del propio día 27 el Comandante Domingo Piñero llegó al hospital y a pesar de la negativa del personal médico de la instalación sacó a los rebeldes con el pretexto de trasladarlos al hospital de Santa Cruz para recibir una mejor atención.
A solo ocho kilómetros del hospital, en un lugar conocido como la Caobita, son asesinados los prisioneros heridos. Los oficiales del ejército de Batista simularon una emboscada y comenzaron a disparar sobre la cama del camión en el que trasladaban a los rebeldes, incluso fueron lanzadas dos granadas sobre ellos y fueron rematados los sobrevivientes.
Si bien el hecho estuvo marcado por la traición de Rolando Cantero (guía de los rebeldes en la zona), la negligencia de Jaime Vega al trasladar la columna en camiones fue determinante para que se desarrollaran de manera tan fatídica estos hechos.
Fidel, al enterarse de lo sucedido, en alocución por Radio Rebelde expresó: “…Tal vez entre esos heridos rebeldes asesinados se encuentren algunos de los compañeros que durante la Batalla de El Jigüe trasladaron enemigos desde la línea de fuego, a los sitios donde recibieron la primera atención en horas de la noche, escalando farallas casi inaccesibles…. la falta de reciprocidad no puede ser más repugnante y cobarde…
Lo sucedido en Camagüey es doblemente indignante y absurdo primero porque todavía está fresca en la memoria de la ciudadanía los cientos de soldados que fueron devueltos a la Cruz Roja por los rebeldes sanos y salvos y segundo…. porque están perdiendo la guerra…. ¿qué sentido tiene…. asesinando rebeldes…. lanzar contra las fuerzas armadas, harto desprestigiadas ya, una mancha de sangre que muchas veces recordará la historia como una vergüenza infinita para cualquier soldado que hoy vista el uniforme infame y deshonrado del que no puede llamarse jamás Ejército de la República.”