Esta no es la historia del Martí que conocemos, sí de su noble escudera que discrepó con él en muchos momentos, porque le diera más atención a su familia y también lo amó con todo su corazón.
Carmen Zayas Bazán nació en Camagüey el 29 de mayo de 1853. Martí y ella se conocieron en 1875 en México. Allí se hicieron novios y fue en diciembre de 1877 cuando contrajeron matrimonio, en la capital mexicana.
Desde finales de 1876 Martí había salido de México. Tras una breve estancia clandestina en La Habana, se trasladó en abril de 1877 hacia Guatemala. No obstante, en la separación física se mantuvo la relación con Carmen.
Luego, el 22 de noviembre de 1878, se produjo el nacimiento del Ismaelillo, como él lo llamara; único descendiente de la pareja.
Martí no pudo disfrutar a plenitud de su matrimonio con Carmen Zayas Bazán. Pero lo que sintió por ella quedó para la historia patentizado en el poema titulado “Carmen”.
Poema que la inmortaliza justo cuando hoy se cumplen 96 años de su partida física:
“El infeliz que la manera ignore
De alzarse bien y caminar con brío,
De una virgen celeste se enamore
Y arda en su pecho el esplendor del mío.Beso, trabajo, entre sus brazos sueño
Su hogar alzado por mi mano; envidio
Su fuerza a Dios y, vivo en él, desdeño
El torpe amor de Tíbulo y de Ovidio.Es tan bella mi Carmen, es tan bella,
Que si el cielo la atmósfera vacía
Dejase de su luz, dice una estrella
Que en el alma de Carmen la hallaría.Y se acerca lo humano a lo divino
Con semejanza tal cuando me besa
Que en brazos de un espacio me reclino
Que en los confines de otro mundo cesa.Tiene este amor las lánguidas blancuras
De un lirio de San Juan, y una insensata
Potencia de creación, que en las alturas
Mi fuerza mide y mi poder dilata.Robusto amor, en sus entrañas lleva
El germen de la fuerza y el del fuego,
Y griego en la beldad, odia y reprueba
La veste indigna del amor del griego.Señora el alma de la ley terrena,
Despierta, rima en noche solitaria
Estos versos de amor, versos de pena
Rimó otra vez, se irguió la pasionaria.De amor al fin; aunque la noche llegue
A cerrar en sus pétalos la vida,
No hay miedo ya que de ella en la sombra plegue
Su tallo audaz la pasionaria erguida.”