Por: Sheila Barros Fals y Alejandro García Gutiérrez
Las indisciplinas sociales siguen atentando contra la salvaguarda de los valores patrimoniales de la ciudad de Camagüey. Y es que en repetidas ocasiones se amanece con la triste noticia de que un acto vandálico se perpetuó contra algún espacio público de la urbe.
Así sucedió con el monumento de la Avellaneda ubicado en la calle homónima, una de las principales arterias de la ciudad, al cual le sustrajeron una de sus luminarias.
Esta no es la primera vez que ocurre, en ocasiones anteriores una nueva lámpara se colocó casi de inmediato, sin embargo, este tipo de equipos son importados, sus costos aumentan considerablemente en el mercado y por tal motivo ya la Oficina del Historiador de la ciudad no cuenta con los recursos para reponerlos.
El pueblo opina
“A veces son jóvenes que pasan por el lugar, otras ocasiones son personas con enfermedades mentales. Uno les puede llamar la atención, pero no hacen caso. Este robo es un caso más grave, pero no es la única indisciplina, a la Avellaneda le han puesto manillas en sus manos, cartones rotos, pedazos de yeso y cualquier cantidad de cosas,” asegura Jorge Arias, un trabajador de una institución aledaña al lugar.
Por otra parte, los vecinos también muestran preocupación con este asunto. “Eso no es solo un hecho vandálico, sino una muestra de irrespeto a una de las personalidades más emblemáticas de Camagüey. Esa luz, además ayudaba a la propia iluminación de la calle, que ahora queda oscura, además, de noche no se puede visualizar el monumento.”
Hechos que aún quedan en la memoria
El de la Avellaneda no es el único caso. El pasado año en plena pandemia varios espacios públicos fueron afectados por estas acciones; cuestión que demuestra que la actuación ciudadana e institucional, continúan contrayendo deudas con la protección del patrimonio y que el sentido de pertenencia no es suficiente: deben también las autoridades competentes hacerse cargo de velar, detectar y responsabilizar a los culpables.
La Plaza de la Revolución, el Parque Agramonte, la escultura alegórica a Camilo Cienfuegos, el parque de Las Leyendas y la Plaza de los Trabajadores, sufrieron la sustracción de elementos que componen estos lugares como: bancos y luminarias; mientras que del Sitio Aguada de Pineda se quedó, una vez más, sin la tarja de bronce que alude a la historia del lugar.
Otro sitio que no escapa a los actos inescrupulosos es el Cementerio General, que en los últimos años ha visto el esfuerzo y entrega de muchos camagüeyanos; mientras otros se han encargado de despegar letras de epitafios y atentar contra la memoria histórica y el patrimonio funerario de la urbe.
Tristeza y dolor exponen todas estas acciones que quisiéramos no proliferaran más en nuestra sociedad, porque las carencias no justifican el vandalismo y el irrespeto a la historia del país y quienes la construyeron. Estos actos no pueden ser normalizados, sobre quiénes los cometen debe caer todo el peso de la ley. Respeto, civilidad, apego a la memoria histórica y disciplina deben continuar siendo principios de nuestra sociedad; justo en esta tierra que hizo germinar la espiritualidad de la Avellaneda.