En el campo insurrecto perdería la vida, un 8 de marzo de 1872, Eduardo Agramonte Piña, hombre que en cuerpo y alma se había entregado a la contienda del 68. Su fallecimiento ocurrido instantáneamente, sería un duro golpe para la gesta y todos los que lo conocieron, quienes veían en él, al más ferviente patriota. Una muestra de ese dolor fue expresada en los versos escritos por Ramón Roa.
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Empero, cuenta en el sepulcro helado
Con la firme constancia del hermano,
Que mientras lata un corazón cubano
Tu sangre generosa vengará.
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Incertidumbre ante la noticia
La noticia de su caída, muy pronto fue recogida y ampliada por la prensa española, específicamente por el periódico La Quincena, donde fue tildado de cabecilla.
Sin embargo, en otros lugares de Cuba existía incertidumbre en cuanto a la veracidad de la anterior información, porque Carlos Manuel de Céspedes, en una carta enviada a su esposa, Ana de Quesada, le explicaba que se había presentado ante él, un capitán del Camagüey que alegaba la falsedad de la misma.
Ahora bien, la familia Simoni ocultó el fatal acontecimiento a Matilde durante un tiempo, quien se encontraba frágil tras la pérdida de sus hijos más pequeños. La esposa, madre, compañera y amiga volcaba su amor en Arístides, el único retoño que le quedaba, el cual destacaba por su precoz inteligencia y en su amado Eduardo. Por tanto, con ello buscaban retrasar el impacto, lo cual indudablemente afectaba a todos.
El dolor más grande
Emilio Agramonte Piña, hermano de Eduardo fue el depositario del testamento escrito por este en 1870. Mientras se hallaba en Nueva York, escribe a Matilde una carta en 1873, en donde le contaba que no había podido superar la tragedia, desde su conocimiento en una publicación española.
Agregaba además que, no había dudado de tales pormenores, pues conocía y había sido testigo de su carácter ardiente y estaba consciente de que no temía morir enfrentando al enemigo.
Conclusiones
Eduardo Agramonte Piña fue un hombre de revolución sin duda alguna. Su trayectoria es prueba de ello, por lo que su fallecimiento no fue en vano, pues como dijo José Martí; “la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”.
Bibliografía
Figueredo, Fernando. La Revolución de Yara. Tomo I. Instituto Cubano del Libro. La Habana, 1969.
Cento, Elda coords. Documentos: Correspondencia de Eduardo Agramonte Piña y Matilde Simoni Argilagos. Cuadernos de historia principeña 6. Patrimonio y legado al siglo XXI. Editorial Ácana. Camagüey, 2007.
Cento, Elda coords. El patriciado camagüeyano en vísperas del Alzamiento de Las Clavellinas. Cuadernos de historia principeña 11. Patrimonio y legado al siglo XXI. Editorial Ácana. Camagüey, 2012.
Godínez Sosa, Emilio. Eduardo Agramonte Piña. Instituto Cubano del Libro, Editorial Arte y literatura. La Habana, 1975.