En el camino de la vida son muchas las pruebas que se deben pasar, varios los castillos que nos tocan edificar, los valores a cultivar, las vivencias por escribir; para que otros abran el libro de la existencia y conozcan nuestra impronta en esta tierra de sueños y realidades.
A la historia de una vida que solo le regalaron 67 años para ser profesor, arquitecto, camagüeyano, amigo, hombre de sentimientos profundos; me acerqué para conocer más detalles de lo que su paso por esta vida resultó para una gran amiga suya.
“Oscar Prieto Herrera era muy modesto. Se podía llegar a él siempre que lo necesitaras, era una excelente persona, un gran amigo, un profesional excelente”, así comentó Niurka Soñora Varona, especialista de la Oficina del Historiador y compañera de trabajo del reconocido arquitecto.
“Él trabajaba la línea de las iglesias y la arquitectura habitacional camagüeyana. Compartió con el ingeniero civil Miguel Avalo, la restauración de las iglesias católicas en la ciudad, además dentro del Centro de Estudios de Conservación de Centros Históricos de la Universidad de Camagüey, del cual fue fundador junto a Lourdes Gómez; manejó los temas de conservación del patrimonio del centro histórico.”
Compartir las historias de un amigo que ya no está resulta muy difícil por eso a Niurka le bastó contarme, con voz entrecortada, que cuando pensaba en Oscarito recordaba la canción que interpreta Alberto Cortés: “Cuando un amigo se va queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo…”
A ese maestro de arquitectos que nos abandonó muy tempranamente, a ese amigo incondicional, a ese hombre que respetaba la identidad del edificio que intervenía, a ese modesto camagüeyano se le recordará por siempre.