Por: Desiderio Borroto Jr.
En medio de la sabana principeña, en una suave meseta, que como un ojo abierto se extendía aprisionada por el río y rodeada de colinas vigilantes, casi en el mismo centro del Hato de Guáimaro, surgió la villa del mismo nombre, toponímico de herencia aborigen adoptada luego por el del hato conquistador.
Era el año 1791. La iglesia levantada por el franciscano fray Gregorio de Jesús Caballero y Miranda marcaba el punto de expansión. Quienes entonces vivían en aquel conglomerado compuesto por dueños particioneros del hato, monteros y gente de campo iban, sin saberlo, a ser testigos de un hecho de trascendencia: el acto fundacional de una población de la que ellos serían protagonistas.
El domingo 10 de febrero de 1791, desde la campana montada aún en una horca, el sacerdote de la orden de los franciscanos, fray Gregorio de Jesús Caballero y Miranda, llamó al templo a la feligresía. Habría misa, y además iba a efectuar un bautizo. Con ese acto sacramental, se disponía a abrir el primer libro de bautismo de personas blancas y españolas de la Iglesia La Purísima Concepción de Guáimaro.
Así lo concretó. Ese día bautizó, puso óleo y crisma a un niño que llamó Andrés María Millán y de la Cruz. Con ese acto fundador, todos los nacidos en lo adelante en aquel ojo de la sabana, formarían parte de una identidad propia, distinta al resto de las existente en la región, serían guaimareños.
Germinó allí, en ese histórico instante, el orgullo y honor de los nacidos en este pueblo, el orgullo y honor de ser guaimareños. Por quedar abierto el primer libro de bautismos y haber realizado el fray Gregorio de Jesús Caballero el primer bautismo, en acción emancipadora -instituyendo el inicial documento legal que así lo acredita- esa es la fecha tomada como la de Fundación de la Villa de Guáimaro, y se considera su fundador a fray Gregorio de Jesús Caballero y Miranda.
Guáimaro, la villa fundada aquel domingo 10 de febrero de 1791, fundió su historia a las coordenadas de la Historia de la Patria y aquí gestó Joaquín de Agüero algunos de sus proyectos reformadores, consolidó sus anhelos independentistas y muy cerca de la villa y apoyado por varios de sus moradores trató de hacerlos realidad.
En Guáimaro se fraguó la unidad cubana y brotó del ímpetu mambí la República de Cuba en Armas. El Apóstol José Martí, en su artículo 10 de Abril, publicado ese día de 1892 en el periódico Patria –en prosa profunda y sublime- define a Guáimaro, la villa donde se celebró la Asamblea Constituyente que dejó conformada la República Cubana y donde sus habitantes en acto de sacrificio patrio incendiaron sus casas para darle al enemigo: “cenizas donde esperaban fortalezas, como un pueblo sagrado y una ciudad santa”.
Este pueblo sagrado y ciudad santa cumple este 10 de febrero, 233 años de fundado; y sus habitantes respiran el aire puro de la sabana y viven en el arremolinado acontecer cotidiano de este tiempo.