Martí y Cisneros: a las armas El Camagüey

Foto: Archivo OHCC
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El freno a la «guerra necesaria»

Poniendo por delante enormes pérdidas materiales, devastación regional en fincas e ingenios azucareros, decrecimiento significativo de la masa pecuaria y de ganado caballar[1], cansancio y cambio de mentalidades de viejos luchadores y de sus familiares por causa una década de lucha emancipadora, pesimismo y falta de firme y verdadera unidad revolucionaria, acomodamiento de algunos ex oficiales y jefes de la guerra anterior; en lo ideológico un injustificado racismo y temor hacia el negro, entre otras argumentaciones por tal de no volver a cabalgar por las llanuras camagüeyanas para conquistar independencia plena a Cuba.

Por todo, Martí prefirió llamar al veterano leal Salvador Cisneros y que el recio patriota del 68, desde su ejemplo personal, atrajese a la juventud camagüeyana para alzarse en una nueva epopeya liberadora. Hacia él el Maestro y Delegado del Partido Revolucionario Cubano (PRC) dirigiría una decena de agentes con el objetivo de conformar los hilos de la conspiración secreta, en mayoría por «jóvenes dispuestos y de toda confianza», y llegada la hora ponerse el Camagüey en pie de guerra. Mucho pensamiento, diálogos entre patriotas, y energías positivas se pusieron en curso para alcanzar el objetivo supremo.

Para guía de la juventud: el Partido Revolucionario

Para mayor legitimación política de planes revolucionarios en medio del proceso preliminar de la Revolución, los jóvenes debían saber las Bases y los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano, creado en la fecha memorable del 10 de abril de 1892, documentación que introdujo en Puerto Príncipe el joven Enrique Loynaz del Castillo[2]. Salvador Cisneros fue el primero en leer. En edificio ocupado por El Liceo[3], el núcleo patriótico leyó los mensajes cifrados entregados por el agente Gerardo Castellanos Lleonart con instrucciones de Martí. Allí compartirían con Alejandro Rodríguez Velazco,[4] Francisco Sánchez Betancourt[5] y el Dr. Emilio L. Luaces Iraola, este último ex combatiente del 68.

Entre tanto, artículos y poesías anónimas —y no tan anónimas— publicadas en el periódico El Pueblo, también en El Guajiro, denunciaban las arbitrariedades del gobierno colonial. Intentos por levantar un monumento al Mayor Ignacio Agramonte[6]; un petardo explotado en la Plaza de la Soledad (el 14 de marzo de 1894); la difusión del joven periodista Rafael Usatorres del artículo Dominación No, Independencia[7]; la colocación entre dos banderas cubanas del retrato de Ignacio Agramonte en medio de una actuación circense; volantes a las puertas de las iglesias; Enrique Loynaz introduciendo por Nuevitas un cargamento de armas y municiones para los jóvenes revolucionarios (30 de marzo de 1894); muchachas luciendo en sus vestiduras cintas con los colores nacionales; enfrentamientos verbales entre criollos y militares españoles; todo manifestaciones contrarias a la política de «olvido de lo pasado» según el jefe de la plaza militar de Puerto Príncipe comandante Camilo Palavieja y Castillo, tan pronto asumía el poder político militar, en 1878.[8]

La juventud respondería a Martí.[9] El Delegado en carta al Mayor General Máximo Gómez referiría, el 11 de enero de 1893, que el pronunciamiento que se gestara en el Camagüey obedecería al Partido Revolucionario Cubano. Luego, el 22 de agosto, en otra misiva a los camagüeyanos para que le informaran de la disposición efectiva, Gómez señalaría: […] puesto que la revolución sin Camagüey sería nada, y desde luego yo que estoy nombrado jefe interino del ejército, sin ustedes no puedo ser Jefe.[10] Cisneros respondió que se esperaba por él.[11]

Mientras, el joven Oscar Primelles haría llegar una carta de Cisneros al jefe oriental Bartolomé Masó, en la que subrayaría la disposición de lucha de la juventud. Respuesta por la que aguardara Martí, quien enviaría en mayo al Camagüey al ex comandante Porfirio Batista Varona a platicar con Cisneros, Francisco Sánchez[12] y Miguel Betancourt Guerra[13]. Así las cosas, en julio El Delegado supo que se alzarían 1 500 hombres, entre los que ocuparía vanguardia su juventud y a cuya cabeza marcharían Cisneros en compañía, entre otros, de Elpidio Marín Loynaz y Mauricio Montejo Júztiz. En la carta de 6 de diciembre de 1894, Cisneros sugirió a Gómez para su desembarco Santa Cruz del Sur.

Es sabido que los alzamientos ocurrieron en el tercer mes de 1895, casi todos con mayoría de jóvenes, como los de Luís Suárez, Miguel Varona Guerrero y Rafael Labrada. En ese mes se echaría al monte Mauricio Montejo, siguiéndole Francisco Recio López del Castillo. Ya salidos de la ciudad por la persecución española se sumarían a las partidas Romualdo Molina Loret de Mola, Federico Pío Otero y otros revolucionarios. En ese abril engrosarían las filas insurrectas Oscar Primelles, con 18 jóvenes, a quienes seguiría Mario García Menocal. Salvador Cisneros Betancourt en Guásimas de Gualterio Montalbán con 25 valientes, el 5 de junio. Después se añadirían otros 30 rebeldes con Francisco Recio López del Castillo.

En los días siguientes decenas de jóvenes se sumaron en la finca Juan Gómez, entre otros, Armando Sánchez Agramonte, Armando Menocal, Francisco Benavides (Faico) y Joaquín Leyva. Y tras arribar Máximo Gómez a Najasa se le unieron 17 jóvenes al mando del teniente coronel Alejandro Rodríguez Agüero. En cuestión de días se le unirían más jóvenes con la incorporación de Bernabé Boza, Javier de la Vega y Lope Recio Loynaz. El alzamiento de la juventud era un hecho consumado. Se había dado el paso decisivo por la patria, por la historia y por Martí.

 

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[1] El Dr. Federico de Córdoba señaló en 1878 que la ciudad parecía un cementerio en medio de un desierto y otro viajero refirió en 1895 que era “[…] solo comparable al de una aldea ―la más mal cuidada― del Imperio Marroquí.” (En: Biblioteca Provincial Julio A. Mella. Camagüey. Periódico El Pueblo, XI (112): 2, Puerto Príncipe, 18 de mayo de 1895).

[2] Enrique Loynaz logró reunirse con varios jóvenes leales para darle a conocer los documentos martianos en varias casas de la ciudad, en el hotel El Gran Oriente (en Soledad nº 8), y en el edificio ocupado por la Compañía de Seguros de su tío Joaquín Loynaz en la calle San Francisco nº 24.

[3] Seguidamente al Liceo se dirigieron los agentes martianos Manuel de la Cruz Delgado y Alberto Malberti con mensajes de Martí que entregaron a Mateo Leal, al Dr. Emilio L. Luaces, a Enrique Loret de Mola Boza y a los hermanos Eloy y Alberto Adán Betancourt. La juventud al frente.

[4] Alejandro Rodríguez fue de los pesimistas y temerosos de perder propiedades por la nueva guerra, posición que más tarde modificaría con su incorporación a la contienda.

[5] Diputado en Guáimaro, en abril de 1869. De los más resueltos y leales a Martí, a quien no acompañaría su salud por su muerte causada por la tisis, en agosto de 1894.

[6] Archivo Nacional de Cuba: Fondo Máximo Gómez. Legajo 12. No.2 (copia mecanografiada).

[7] Labrada Rodríguez, Eduardo: La Prensa Camagüeyana en el Siglo XIX. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1987, pp. 145-146. Usatorres fue condenado a seis años de prisión.

[8] En materia política, recién constituido el Partido Liberal Autonomista, el comandante Camilo Polavieja nutrió sus filas de conservadores reacios a reemprender la lucha armada. Polavieja trató de desestimular la corriente separatista y fortaleció a los autonomistas, interesados obtener la alternativa capitalista.

[9] Loynaz  del Castillo, Enrique: Memorias de la Guerra. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989.

[10] Hidalgo Paz, Ibrahim: El Partido Revolucionario Cubano en la Isla. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992, pp. 70-71.

[11] Ob. cit., p. 87. Carta sin firma dirigida A mis antiguos compañeros y amigos Salvador Cisneros, Miguel Betancourt, Emilio Luaces, Francisco Sánchez Betancourt, Antonio Aguilar y los Molas, Las 2 E.  Guayacanes, 22 de agosto de 1893. En: Archivo Nacional de Cuba: Fondo Máximo Gómez, Legajo 5, No. 110.

[12] Francisco Sánchez Betancourt estuvo en las sesiones de la Asamblea de Guáimaro y fue hombre de absoluta confianza de Cisneros y de Martí. Su esposa Concha Agramonte Boza fue agente de inteligencia. Los hijos del matrimonio se fueron todos a la guerra del 68 y en el 95 Armando y Eugenio alcanzaron el grado militar de General de Brigada y ocuparon responsabilidades en el Cuerpo de Sanidad Militar.

[13] Miguel Betancourt fue jefe de inteligencia mambisa en el 68 en el Camagüey.

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