Muchas han sido las coyunturas en la vida de los hombres que les han obligado a tomar decisiones riesgosas. Así ocurrió en el Camagüey el 8 de octubre de 1871, cuando una tropa del Regimiento Pizarro compuesta por 120 soldados que dirigía el comandante César Matos, apresó en un rancho de colaborantes de la Revolución al Brigadier Julio Sanguily Garrite y a uno de sus ayudantes. Con el subordinado del Mayor Ignacio Agramonte, el oficial español llevó en igual condición a Cirila López Quintero y a Antonia Cosío. Era moral para la tropa Agramontina rescatar a Sanguily y acompañantes. Ninguno podía quedar abandonado.[1]
La acción de Loma Bonita
El invalidado amigo de Ignacio Agramonte tuvo tiempo para enviar con su otro ayudante escapado aviso a su jefe. Sabida la noticia, El Mayor, por su genio militar que le venía de ancestral herencia familiar, apenas meditó el golpe sorpresivo que daría a los españoles. Pudo haber empleado toda la caballería, pero como político audaz su determinación más inteligente le llevó a concluir que
“[…] sólo con treinticinco jinetes bien montados podía contar en esos momentos (…) y no había tiempo que perder, para hacer esfuerzos desesperados en favor de un jefe distinguido y un buen compañero […][2]. El Capitán Henry Reeve a quien afectuosamente llamaba «El americano» marchó a vanguardia, junto a él el también Capitán Francisco Palomino.
En la finca de Antonio Torres en que se hallaba la Loma Bonita, cual elevación de suave pendiente y desde lo alto del camino que se abre por su parte superior y la flanquea por un recodo, permanecía debajo el enemigo entre la arboleda que surcaba un hilo de agua entre manantial y piedras; allí se detuvo a refrescar sus caballos sin advertir la proximidad del escuadrón de Caballería Camagüeyana que se les venía encima agitando los machetes en alto. El Mayor atacaría con el arma que más pánico infundía entre el enemigo.
La sorpresa liberadora
La carga del piquete de caballería Agramontina les salió por retaguardia -como informó el Mayor Agramonte a la Secretaría de la Guerra-; el resto de los jinetes desmontados atacó con la fusilería por los flancos de los acorralados españoles, que no tuvieron más recursos que parapetarse detrás de los árboles y huir hacia las malezas cercanas. Sanguily con un tiro a sedal en una mano gritó “Viva Cuba Libre”, vestía una chaqueta azul del enemigo por andar ligero de ropas. Se combatió cuerpo a cuerpo.[3]
Once muertos tuvieron los españoles, entre estos un teniente. Los camagüeyanos cargaron con 9 fusiles, 2 cajas de municiones, 3 revólveres, 2 espadas, 1 sable, 1 tienda de campaña, 60 caballos, 40 monturas… El escuadrón Agramontino perdió a Francisco Montejo, y tuvo 6 heridos. La imaginación pinta la escena mostrándonos el abrazo en que debieron fundirse el Mayor y el Brigadier, y a este agradeciéndole por su temeridad y humanismo en salvarle la vida.
Lección de historia
El Mayor calibró lo que empeñaría con la acción. No se trataba de un mero rescate de uno de los suyos. Había reasumido el mando en enero de 1871 y el honor de la Revolución estaba en juego; y el del Ejército Libertador; y el de la mucha hombría de Mayor que distinguía la “exaltación de la virtud” –como señalaría Martí-. Al tomar la decisión del rescate pudo presentir su éxito.
Contaba con su eficiente escuadrón de Caballería Camagüeyana y con el corajudo puñado de hombres que le seguía. Viene en apoyo de esta tesis que dos años antes al dar el parte por los resultados del combate de Ceja de Altagracia, subrayó: “[…] la conducta observada por nuestros soldados nos da derecho a esperar mucho de ellos”.[4] Casi un mes después, el 9 de junio de 1869, comentó a su Amalia: “estoy formando un escuadrón de caballería que dejará atrás a la caballería española”.[5] El Rescate… fue el hecho de armas que le hacía falta a la Revolución, “grandioso heroísmo”[6] que sometió a prueba al único Hombre capaz en esos instantes de realizar tal proeza humana.
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[1] Este y otros incidentes similares ocurridos en el transcurso de las luchas cubanas por la independencia nacional constituyeron principio y filosofía de la Revolución Cubana.
[2] Juan J. Pastrana: Ignacio Agramonte. Documentos. Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 168.
[3] Un escuadrón separado al potente Regimiento Caballería Camagüey y eficiente estrategia de ataque, probaron la elevada disposición combativa de este para batir a fuerzas enemigas superiores en armas y hombres.
[4] En: Ob., cit., p. 155. Parte en Ingenio Santa Cruz, Mayo 4 de 1869.
[5] En: Juan J. Pastrana: Ignacio Agramonte. Su pensamiento Político y Social. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p. 86. En la fecha en que Ignacio Agramonte escribió la carta a su digna esposa Amalia Simoni, en su campamento en Rio Seco, próximo a la Sierra de Maraguán, al NNE de la ciudad de Camagüey, adiestraba con sumo rigor al escuadrón de caballería, por cierto, al que le dio participación limitada en Ceja de Altagracia.
[6] El entrecomillado corresponde a Manuel Sanguily, hermano del rescato mambí. Cabe precisarse que la actitud de Julio Sanguily durante el período de preparativos de la Guerra de Independencia de 1895 fue diametralmente opuesto a la etapa anterior y actitud que fuera descalificada por el Delegado del Partido Revolucionario Cubano José Martí. Recientes investigaciones históricas realizadas en los archivos norteamericanos arrojan nuevas informaciones sobre su comportamiento sinuoso y traidor a la independencia cubana.