El 17 de agosto de 1870 es fusilado en Santiago de Cuba, por las fuerzas españolas Pedro (Perucho) Figueredo Cisneros, el autor de La Bayamesa, nuestro Himno Nacional.
Captura
Débil y enfermo de fiebre tifoidea, con los pies ulcerados se encontraba Perucho Figueredo, cuando es apresado, por una pequeña fuerza a cargo del Teniente de las reservas de Santo Domingo D. Juan Tejada. Su captura resultó ser una de las acciones más importantes de dicha campaña, debido a su importancia como jefe de la insurrección.
Condena a muerte
Llega a Santiago de Cuba, a bordo del cañonero Astuto, junto a Rodrigo e Ignacio Tamayo, padre e hijo; e inmediatamente son trasladados a la cárcel. Dos días después, inicia el Consejo de Guerra presidido por el Coronel Francisco Fernández Torrero, que lo condenaría a muerte.
Figueredo, quien sabía del agravamiento de su estado de salud, pues apenas podía caminar, razón por la que tuvo que ser conducido por dos ayudantes; pidió, al ser abogado y tener conocimiento de las leyes y de la pena que le correspondía, la abreviatura de toda exhibición en la que se hallaba inmerso.
Asimismo, agregó que, con su muerte, no se perdería nada, sino solo lamentaría el hecho de no poder ver el triunfo. De esta forma, se le acusa del delito de infidencia y es condenado a muerte, al igual que a Rodrigo e Ignacio.
Con un arreglo de paz, a cambio de su vida, llegó un emisario del Conde de Valmaseda. Pero Figueredo respondió firmemente diciendo, que hay proposiciones que no se hacen sino personalmente, para de igual manera escuchar la contestación. Además, pidió no se le molestara en los últimos momentos que le quedaban.
Carta a su esposa
Ese mismo día, en horas más tarde, el patriota solicitó papel y pluma para escribir una carta de despedida a su amada esposa, Isabel Vázquez y Moreno y un escribano público para dictar su testamento. En dicha epístola, entre otras cosas, le pedía que tratara de vivir por ella y por todos sus hijos. Igualmente le recomienda el valor y la resignación para enfrentar esos designios.
También Ignacio, escribiría una esquela a su cónyugue, Sra. Agustina Milanés y Bazán. En ella le expresaba que moría como un hombre de honor y honrado.
Últimas palabras
Sobre las 6:00 de la mañana del día 17 de agosto, penetró en la capilla donde se encontraban los prisioneros, el oficial encargado de la ejecución, quien les leería la sentencia. Como bien refiere, el periódico independentista El Demócrata, editado en Nueva York, en su número de 1 de septiembre de 1870, permanecieron en silencio mientras los sacerdotes realizaban sus rezos. Se les esposó, pero al intentar Figueredo dar sus primeros pasos, con los pies totalmente lacerados y ensangrentados, no pudo avanzar.
Al solicitar un coche para poderse mover, el Jefe de los escoltas, le respondió, eso era demasiada honra para un jefe insurrecto, que se le traería un asno. Una vez efectuadas las gestiones, hizo su entrada en el penal, y al verlo, pronunció que no sería el primer redentor que cabalgase sobre uno.
Para el fusilamiento, fueron conducidos al caserón del antiguo Matadero. Antes de serles vendados sus ojos, Rodrigo Tamayo miró a su hijo y extendió las manos esposadas con el objetivo de bendecirlo, mientras este bajó la cabeza.
Luego de escucharse las órdenes, justo antes de que se produjera una descarga uniforme, con la que los tres patriotas caerían muertos, pronunciaría sus últimas Perucho: “Morir por la Patria es vivir”.
Bibliografía
“Pedro Figueredo”, El Demócrata, Nueva York, jueves 1ro de septiembre de 1870, num.92, p.2.
Torres-Cuevas, Eduardo. Pedro Figueredo Cisneros: Simplemente, la muerte. www.cubadebate.cu, 20 octubre 2018.
Verdecia, José Maceo. Bayamo, edición anotada: Ludín Bernardo Fonseca García. Ediciones Bayamo, Bayamo, 2009.