Esta no es la historia de Platero y yo, ni mucho menos la de la Negrita, de Onelio Jorge Cardoso, esta crónica va para alguien muy especial que conocí y quedó prendado con mis caricias. Por él que hasta mi esposo siente celos.
Se asoma a la ventana, esperando para cortejarme enseguida que aparezca, es muy disciplinado, comienza a desesperarse cuando me acerco y le brindo amor sin límites, al igual que él a mí.
Esta conexión ha sido inexplicable, todos cuentan que su carácter no es de los más halagadores con muchos de los que pasan tratando de saludarlo, él selecciona a sus amistades, aunque parece que lo nuestro fue amor a primera vista.
Entre sus dotes de buen galán está la del juego. Llama la atención con su pelota de béisbol echa de medias viejas, la cual maneja con una destreza envidiable, si no le haces caso se las ingenia para involucrarte, dejándola caer a tus pies y escondiéndose detrás de una tinaja que hay en la cocina de su casa.
En sus ojos se esconde la ternura de un niño pequeño que guarda tristes recuerdo de una infancia relegada al olvido de la calle, en donde vagabundeaba sin esperanza de ser adoptado por la hermosa familia que hoy tiene.
Nunca olvida el día en que llegó a su actual hogar, nadie pensaba que se recuperaría y expondría la hermosa figura que actualmente porta. Su ángel de la guarda fue la nieta de la dulce señora que lo mima sin límites, como si fuera parte de su familia, a ella le agradece con la más vehemente de las atenciones.
Solo hay que estar presente cuando ella llega para disfrutar de tal espectáculo, inolvidable para los que compartimos sentimientos de amor por esas personitas que llenan nuestros días.
Y para seguir presentando a mi amigo confieso que sus gustos culinarios se inclinan al área de los carnívoros, para él nada de arroz, ensaladas o lácteos, su dieta se sustenta en las carnes y en especial el hígado, el cual muchas veces le hace daño por la cantidad que ingiere.
Negro es tan astuto que su dueña le confía hasta el llenado de las vasijas de agua, la alerta de la forma más sui géneris que se pueda imaginar.
Confieso que, si me falta su mirada en las mañanas, o su espera en la ventana por las tardes me siento extraña pues él ya es parte de mi cotidianidad, de mi hermosa existencia en un lugar de Camagüey, en donde entre amor y esperanzas construyo mi vida agregándole el mejor de los amigos: Negrito, el fiel perrito que se ha ganado un trozo de mi corazón.
Esta crónica va dedicada a las familias y a los animales que tiene “El sueño de un hogar”, nombre y deseo que lleva el proyecto sociocultural de la Casa Carlos J. Finlay, perteneciente a la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey.
En este proyecto intervienen instituciones y población en general interesadas en la protección animal con el fin de cuidar y preservar el medioambiente.
La historia de Negro es una de las tantas con final feliz por las que se lucha y trabaja.
Foto: Sheila Barros Fals