Noel Fernández: descubriendo su lado menos conocido

Foto: Cortesía de la autora
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Caminando por la barriada de Saratoga hoy encontré a Noel Fernández Pérez. Lo he imaginado bajando de su pedestal y salir en busca de sus compañeros; de traje negro, elegante y alegre, recorre las avenidas de la historia.

De la mano de su hermana Ostelinda, demos una mirada a un lado poco conocido del héroe, a su ternura y vida familiar, al trato afable y a la nobleza de espíritu de aquel joven camagüeyano de solo 22 años, que ofrendó su vida a la libertad.

Cómo la encontré

Hace unos 4 años, en sencillo acto público, recordamos la injusta partida del joven camagüeyano Noel Fernández.

Para la ocasión, reunidos alrededor del monumento que perpetúa su memoria en la Avenida Camagüey, jóvenes de escuelas cercanas rememoraron la acción más audaz de los revolucionarios agramontinos contra la dictadura de Batista, la cual fue dirigida por Noel: el asalto al Carro Celular.

En esa ocasión, mi vista entrenada para descubrir detalles que para algunos pueden carecer de valor, me llevó reparar en la hermana del mártir, pues en su discreto roce al busto y con tan solo un gesto, transmitió tantas palabras que no pude evitar ir a su encuentro.

Quedamos en vernos, pero la llegada de la Covid 19 puso pausa a todos nuestros planes. Ahora, retomo mi pretensión de bajar al héroe del pedestal por un tiempo breve y devolverlo a su vida común, como otros muchos camagüeyanos que desandan sus calles y hacen la historia con su actuar honesto.

Ostelinda nos cuenta

Ostelinda Fernández, con sus dotes de maestra, nos lleva al hijo honesto y responsable que fue su hermano. Era muy joven cuando se unió al movimiento revolucionario, pero no le negó sus ideales a la familia y cumplía con las tareas del 26/7, sin dejar de ayudar al padre con la difícil economía doméstica.

Desde niño se iba a caballo a los parajes más alejados de la Colonia Aguilar en el municipio de Vertientes, su pueblo natal, y allá vendía panes y dulces para aportar algún dinero al hogar.

De sus rasgos personales nos dice que era un hombre apuesto y elegante, para comprar sus trajes de época los pagaba a plazo, con el dinero que lograba ganar estibando sacos en cualquier almacén.

No tenía vicios ni llegaba tarde a casa, cuando comenzó a tardar en las noches y los padres se preocuparon, con ímpetu les habló de sus reuniones en el grupo clandestino; luego participó en viajes a la Sierra Maestra para llevar pertrechos a los rebeldes y así fue comprometiéndose con sus ideales, hasta que el infortunio sesgó su vida.

Carácter

Era un joven alegre, con sueños y planes para vivir en su patria libre, tenía una novia de la que nunca más supo la familia, pero en esos días de clandestinaje compartía su tiempo con ella.

Lo recuerda muy ocurrente, disfrutaba las fiestas del San Juan con disfraces. Esa habilidad para el vestuario le valió para burlar la vigilancia de los soldados de Batista y continuar libre de prisión, organizando las operaciones del Movimiento 26 de julio.

El traje y la maleta de viajante (vendedor ambulante), le ayudaron a llegar a Oriente por tren, para enviar provisiones a los rebeldes. Cuando ya estaba fichado por las autoridades de la dictadura, las gafas oscuras y el cabello pintado de rubio le permitieron confundirse con los “chulos y los chivatos”, y evitar así llamar la atención de los vigilantes nocturnos en el centro de la ciudad.

El valor y la claridad de sus ideales lo definen como el ser humano que fue, la audacia de sus ataques al enemigo, van más allá de rescatar del carro celular a sus compañeros revolucionarios Léster Delgado, Alfredo Sarduy y Badito Saker.

Muchas otras hazañas fueron dirigidas por él, entre ellas un atentado al Cabaret Caribe, el incendio de archivos en la Audiencia de Camagüey y la colocación de una bandera en la iglesia de la Caridad. Pero sin dudas, la más llamativa entre todas las operaciones, fue desarmar a 9 policías de la guardia batistiana en solo una semana, ante la vista de todos por la calle del Comercio, y salir ileso.

Su última operación, la que puso fin a su vida faltando solo 3 meses para el triunfo definitivo, fue el incendio y el descarrilamiento de el tren que llevaba el combustible hasta la planta eléctrica; con el propósito de sabotear las elecciones que ya se organizaban.

Para perpetuar la memoria

Seguimos conversando con Ostelinda en su vivienda. En una salita auxiliar hay un pequeño espacio donde figuran la foto de Noel y otra de sus padres, ella me ha guiado hasta allí para mostrarme lo buen mozo que era su hermano al morir.

En ese espacio valioso, además de realizar manualidades, recibe a los estudiantes de escuelas cercanas que son traídos por sus maestras, para conocer la historia de primera mano. Como ya no puede ir hasta el centro estudiantil por un dolor en la cadera, desde casa comparte los saberes, dice que lo importante es que les lleguen; eso es lo mejor que puede hacer por su querido hermano.

Con gran modestia y dulzura insistió en la importancia de hablar a los más jóvenes sobre aquella valerosa generación, que nos entregó su sangre a cambio de esta libertad que hoy vivimos: “cuando algunos de los niños que me visitan lloran y se emocionan ante mis relatos, me quedo satisfecha, sé que en ellos retoñan esos valores”, refirió.

Para el final

Aún estamos ante la fotografía de Noel Fernández en este encuentro, y como describía al inicio, lo hemos visto caminar por la ciudad, revivir sus acciones y emocionar a su hermana y a los estudiantes; creo que la idea de mostrarles la parte menos conocida de un camagüeyano especial está cumplida. Nuestra gratitud a su hermana por mostrarnos el camino.

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