Onaida Hernández: doctora del alma y maestra de generaciones de Galenos

Foto: Cortesía de la autora
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“No hay mayor orgullo que doctores, ya especialistas, quienes fueron tus alumnos; te llamen para consultar un diagnóstico, que te tengan en cuenta y te agradezcan, eso denota que todo el cariño que les di en las aulas me regresa”.

Así comienza una conversación con quien fue la fundadora y profesora principal del servicio de Geriatría y Gerontología del Hospital Amalia Simoni, hasta su jubilación, además especialista en primer grado de Medicina Interna y en la actualidad, profesora consultante y desde su hogar la doctora de todos los adultos mayores del reparto Guernica y zonas aledañas: Onaida Hernández Pupo.

Como maestra

Su profesión de educadora nació a los 14 años, cuando hubo de reinventarse para ayudar a sus padres y varios hermanos a mantener la economía hogareña, para que los varones que estudiaban pudieran graduarse y entonces ella comenzar a superarse.

Pero la felicidad duró poco, pues como era menor de edad, la descubrieron en la escuelita de Indio Hatuey, en Nuevitas, como maestra primaria y no pudo continuar. Luego realizó otros trabajos transitorios hasta que finalmente llegó a salud pública para estudiar laboratorio clínico.

En esa especialidad volvió a la enseñanza, pues era alumna y a la vez coordinadora de los cursos de microbiología, labor que llevó por varios años, hasta que decidió estudiar medicina.

Especialidad

En la década del 90 la doctora Onaida fue elegida por su entrega y conocimientos, pero además por su vocación para atender a los ancianos de manera integral,  para recibir el curso de maestría en la provincia de Cienfuegos, saberes que le permitieron abrir el servicio de Geriatría en Camagüey, del que fue fundadora junto a la psiquiatra Maritza, con quien hizo un excelente equipo, además es la profesora de varias generaciones de geriatras, que hoy asisten en hospitales y policlínicos.

Allí transcurrieron sus años más activos frente al aula, donde disfrutaba enseñando y formando a los nuevos especialistas, sin guardarse nada de lo puntual, porque asegura que en ella no habitan los celos profesionales, todo lo contrario; compartió cada nota curiosa que aportaba a un mejor diagnóstico y hasta sus truquitos de digito-puntura para aliviar dolores, destrezas que en broma sus alumnos llaman Bilongo-Terapia, pues sus resultados son inmediatos.

Verla en una sala del hospital, rodeada de estudiantes de batas blancas, con su baja estatura y su cabellera rubia (y ahora canosa), era asistir a una clase de algo más que clínica, allí había camaradería, complicidad, similar a una mamá gallina junto a sus pollitos.

 ¿Profesora o Doctora, cómo definirla?

Ante la interrogante no sabe elegir, ella  desde una consulta no deja de enseñar, porque trata de explicar a sus pacientes de manera sencilla, lo que asegura que se revierte en un mejor tratamiento, pues si cada persona conoce mejor de su enfermedad aprende a convivir con ella y a cuidarse. (Otro consejo para sus discípulos)

Legado

Su manera de entregar todo el tiempo de su vida a quienes la necesitan, no es la definición suficiente para describir la grandeza espiritual de esta doctora, me darán la razón sus seguidores, créanme que son cientos, pues hubo de trasladar nuestro encuentro alejado de su casa, la que resulta similar a su antigua consulta en el hospital, no hay una pausa.

Desde temprano la solicitan enfermos de cuerpo y de alma tanto para escuchar un consejo, una receta de medicina verde o una enseñanza para la vida. Ella resulta una suerte de gurú “del cacicazgo Guernica”.

La seguridad y calma que transmiten sus palabras, son bien oportunas para aquellos ancianos que encuentran allí consuelo ante la soledad, alivio de sus dolencias y nuevas energías para ser útiles e independientes.

Actualidad

Desde 2013 está jubilada, pero nunca retirada, se recontrató en el hogar de ancianos Padre Olallo unos años y ahora está en casa, asesorando tesis, bajo la insistencia de una área de salud que la quiere de regreso y se lo está pensando, si le insisten les aseguro que vuelve al ruedo.

Su orgullo

Sin ninguna influencia directa, solo por vocación similar, su hija, la doctora y profesora de Fisiología de la Universidad Médica de Camagüey: Arlys Hidalgo Hernández, decidió seguir el camino materno, motivo de satisfacción para Onaida.

Insiste en que la apoyó en todos sus estudios, pero todo lo que es hoy lo logró por su inteligencia y dedicación, nunca por ser “la hija de la profesora”. Eso la enorgullece mucho, pero es orgullo sano, el de ver en su heredera continuidad de la obra educativa, a lo que me atrevo a añadir que junto a esa inteligencia natural muestra el buen corazón y la generosidad familiar.

La profe Onaida, como es conocida en el gremio,  es ejemplo de sacrificios por el bien común, sus distinciones por La obra de la vida y un reconocimiento de  la FMC, no son suficientes para agradecer tanta entrega por 34 años y sigue sumando. Basta escuchar esta frase con que nos despedimos junto a  un café espumoso de su preferencia, para descubrir de que madera está hecha esta mujer: Mi niña, no hay nada más gratificante que poder devolver la salud y la vida a un ser humano.

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