Colores y formas diversas desbordan la plaza Maceo los fines de semana. Unas curiosas figuritas se ganan allí la popularidad. Jóvenes, chicos y adultos quieren llevar una de recuerdo: “quiero esa mariquita para la buena suerte”; “yo, un ratoncito Miguel”; “por favor, alcánceme una calabaza”; “para mí una manzana”.
Tal movimiento había en aquel puesto de ventas, cuando una berenjena de deliciosa apariencia me llamó la atención por su singular acabado. Entonces, la cronista, quien nunca deja su traje en casa, fue al encuentro.
Una antigua técnica artesanal
De las manos de Pedro Rodríguez Cabrera nacen lindas creaciones. La textura y el acabado son su sello, pero la técnica es muy antigua: originaria de China, India y Persia; y consistente en la elaboración de objetos, generalmente decorativos y artísticos, usando pasta de papel.
Su nombre proviene de la expresión francesa papier mâché (papel masticado o machacado), ya que antes de existir molinos, la pasta se elaboraba masticando los desechos de papel. La masa se combina con yeso o escayola, usualmente para elaborar escenarios de teatro o cine, máscaras y otras figuras.
La manifestación llegó a Cuba en los años ´70 del pasado siglo, y ha ganado seguidores. En la Ciudad de Los Tinajones, no muchos la desarrollan; pero en el proyecto Carmen Durán Santos, adscrito a la Casa de la Cultura Ignacio Agramonte -del cual Pedro es uno de sus coordinadores- florece el amasado del papel desechable, para darle una nueva utilidad, al transformarlo en bellas imágenes.
La inspiración
Dice Pedro que su motivación va y viene por épocas. Que tiene tiempos en los que solo quiere producir frutas. Luego piensa en los ratoncitos y en otras criaturas pequeñas, y las moldea. De momento, alguien necesita un talismán de buena suerte y piensa en calabazas, mariquitas y libélulas. Pedro sabe que la demanda por sus caritas alegres y por los gnomos es muy alta.
Él disfruta al ver cada una de sus obras sobre la mesa. El hecho de que alguien se detenga a admirarlas, aunque no compre, es un halago para Pedro.
Así, en medio del bullicio de la Plaza, tuve el gusto de conversar con un artista a quien lo caracteriza la modestia y el talento; quien siente alegría de coordinar un proyecto que aglutina diversas especialidades de la plástica y las manualidades, y ofrece un espacio a muchos creadores que, desde el anonimato, trabajan y mantienen vivas esas habilidades antiguas que tanto aportan a la espiritualidad de los camagüeyanos.
Aunque sus frutas no son comestibles, alimentan el buen gusto y la decoración hogareña. Por eso le compré la berenjena, y al despedirnos me obsequió una mariquita naranja, para que me acompañe desde mi escritorio e inspire nuevas crónicas. Gracias, Pedro, por ese detalle.