Para que no haya olvido

Fotos: José A. Cortiñas Friman
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El Museo provincial Ignacio Agramonte, es uno de los más prestigiosos en Cuba, este 23 de diciembre celebra su aniversario 65, pero contrario a lo que muchos creen, no fue el primero en la ciudad.

A los inicios de esta pasión por evitar el olvido de nuestra bella historia, nos acercamos hoy desde la institución.

El primer Museo

En 1920 una camagüeyana orgullosa de sus mambises, invitó a todos los camagüeyanos de buena voluntad, a donar cualquier objeto familiar relacionado con las luchas libertarias. Fue Mariana Betancourt y Garay la encargada de tan noble empeño, con las piezas que logró aunar abrió una salita en la antigua casa de gobierno.

Al gestarse el proyecto del Museo, su colección fue integrada y actualmente muchas de esas piezas cuentan la historia del Camagüey, como es el caso de las que pertenecieron a la vajilla matrimonial de Amalia e Ignacio.

El devenir del inmueble

Desde 1941, el Patronato del Museo Ignacio Agramonte, presidido por Mario Aquiles Betancourt junto a Ignacio Eduardo Agramonte, como vicepresidente y el historiador Oscar Silva Muñoz del Canto, como su secretario, comenzó a funcionar y a preparar a sus especialistas, muchos en el prestigioso instituto Smithsonia.

Entre 1945 y 1948 se realizaron las obras de adaptación del edificio. El Museo constituye uno de los centros más importantes dentro del país por la antigüedad, diversidad y gran valor patrimonial de las colecciones que atesora, conformado por grandes y diversas colecciones de historia natural de Cuba y el mundo, excepcionales por su rareza, antigüedad y variedad.

Prestigia la institución la sala de artes plásticas, pues su colección es considerada la más completa en el interior del país, por recoger la historia de esa manifestación con piezas originales de grandes creadores como: Landaluce, Enrique Collazo, Víctor Manuel, René Portocarrero, Fidelio Ponce y Mariano Rodríguez, entre otros.

También cuenta con la sala de historia de Puerto Príncipe, donde pude realizar un viaje a través del tiempo, de la mano de las especialistas Yudenia Días Rodríguez y Xiomara Lezcano Lovaco. El recorrido fue un privilegio que quiero compartir.

EL recorrido

Con mucha pasión por la historia patria y una experiencia de más de 20 años, mis guías en esta aventura al Camagüey desde su fundación, me llevaron hasta el mapa de los dos emplazamientos que tuvo la villa antes del actual y allí comenzamos.

No resulta fácil resumir 500 años, pero pude apreciar el desarrollo en sus diversas aristas: arte y manualidades destacan, con la influencia de técnicas europeas, la artesanía francesa a base de cabello humano resulta una curiosidad extravagante.

Una parada ante la vitrina dedicada a la esclavitud me sobrecoge, apreciar tanta herrería para someter a esas personas, habla de aquellos tiempos terribles, donde los ricos bebían y comían en exceso, mientras la servidumbre padecía penurias.

Llegamos al sitio de las luchas por la independencia, nuestros próceres orgullos de esta tierra, dejaron mucho de espiritualidad y casi nada material, de Joaquín Agüero las rejas de su celda, el reloj de bolsillo y la corbata, nos narran su desprendimiento de bienes y su entrega a la patria.

El héroe epónimo de esta tierra tiene notorio espacio, su idilio amoroso con Amalia, es parte del guión museológico, que muestra el rosario de Amalia y el reloj de Ignacio, también la tetera y lechera de su hogar.

Destacan otras piezas de alto valor como el instrumental del beato Padre Olallo y las masas capitulares que marcaron el paso de villa a ciudad.

Los mapas y planos del Ayuntamiento de Puerto Príncipe y papeles de las grandes figuras de la historia nacional, permitieron rescribir la rica historia que define la camagueyanidad.

Se me hace tarde y debo regresar, un solo viaje al ayer me deja expectante, debo regresar para una nueva experiencia, la que sin dudas se puede advertir en cada visita al Museo provincial de Camagüey, una joya de la arquitectura; otrora cuartel de caballería, que desde 1955 atesora símbolos de la historia y la cultura citadina, para que no haya olvidos.

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