¿Por qué Juan Carlos Finlay Barres o Carlos J Finlay y no Carlos Juan?

Foto: Archivo OHCC
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En los últimos años se ha convertido en tendencia nombrar a Carlos J Finlay Carlos Juan, error que por repetido nunca podrá convertirse en realidad.

Juan Carlos Finlay Barres, según consta en el Arzobispado de Camagüey en su certificación de bautismo recibió este sacramento en la Parroquial Mayor el 2 de enero de 1834, asentado en el libro de bautizos para blancos número 16 del Archivo Parroquial, folio 153, número 576 y medio. Comunión que según costumbre de la época se hacía en la iglesia más próxima al domicilio, en este caso Cristo número # 5, reconocido como su lugar de nacimiento; corroborado además, en una nota de la prensa local de la época que anunciaba el establecimiento del padre de Finlay, Doctor Edward Finlay Wilson ejerciendo como médico en esta dirección que tenía entonces el número 2214 y pertenecía a la jurisdicción de esa parroquia.

La interrogante que muchas personas se hacen relacionadas con por qué firmaba Carlos J Finlay, si su nombre era Juan Carlos Finlay, constituye otra cuestión a dilucidar…

Finlay adoptó como inicial media la J (de Juan) en sus últimos años, hacia 1893, para evitar así confusiones con la firma de su hijo Carlos Eduardo cuando este último empezó a ejercer la medicina y emitía sus recetas como Carlos Finlay.  El primer nombre pudo haberse escogido en correspondencia con una de las festividades del santoral católico romano correspondientes a ese día: la de San Juan, obispo de Milán, muerto hacia el 660, según la tradición cristiana.

No obstante, siempre se firmó Carlos Finlay, práctica común en aquel tiempo y aún hoy, cuando se tienen dos nombres: usar los familiares y la propia persona uno de ellos preferentemente. Y en nada puede relacionarse con un rechazo al nombre de bautismo, pues Juan Carlos Finlay Barres era católico práctico.

Según revisiones aparece su firma con una J. muda, con un punto, por lo que llamarle Carlos Juan sería un error y estaríamos refiriéndonos a otra persona entonces. Dirigirse a nuestro científico con su nombre de pila y rectificar en todas las tribunas el error contribuiría a engrandecer la autenticidad del camagüeyano al que tanto agradece la humanidad.

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