Protesta de Baraguá, un hecho que marcó la historia

Foto: Tomada de http://www.acn.cu
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El 10 de febrero de 1878, algunos oficiales cubanos firmaron con España el Pacto del Zanjón, que puso fin a la guerra, sin reconocer la independencia de Cuba.

En este Pacto no se dejaron plasmadas las bases para una Cuba Libre generando así el repudio de algunas personalidades de la gesta revolucionaria entre los que se encuentra el General Antonio Maceo; quien marcó el encuentro con los españoles el 15 de marzo de 1878 en su campamento de Mangos de Baraguá, provincia de Oriente.

Maceo se entrevistó con el General Martínez Campos para conocer las propuestas que éste ofrecía. Pero se negó a aceptar una paz sin independencia y sin abolición de la esclavitud, por lo que decidió continuar la guerra. Esta entrevista histórica es conocida como la Protesta de Baraguá, y a través de las luchas centenarias del pueblo cubano ha sido símbolo de intransigencia revolucionaria.

En esta reunión estuvieron presentes junto con Maceo varios oficiales dentro de los que se encuentra el camagüeyano Fernando Figueredo Socarrás quien nació en Puerto Príncipe el 9 de febrero de 1846, su padre Bernardo Figueredo y Téllez era de Bayamo y su madre Tomasa Socarrás de Varona de Camagüey.

Estudió en Bayamo y en La Habana, a los 18 años pasó a estudiar en la Escuela de Ingeniería de Troy en el estado de Nueva York, pero al saber de la situación del país regresa a Bayamo en 1868 y se incorpora a las tropas de Carlos Manuel de Céspedes.

Figueredo ocupó varios cargos importantes en el gobierno independentista cubano. Entre ellos, fue secretario de Céspedes. Se casó con la joven Juana Antúnez Antúnez, el 3 de noviembre de 1873, en plena guerra. Con ella, tuvo nueve hijos. Tomás Estrada Palma lo nombró Canciller y Secretario del Consejo de Gobierno de la República en Armas. En 1875 y 1876 Figueredo fue electo a la Cámara de Representantes de la República en Armas. Pasó al exilio y tuvo una estancia en República Dominicana.

En 1881 se trasladó a Cayo Hueso, en la Florida, Estados Unidos. Allí permaneció durante varios años hasta finalizar la segunda guerra independentista cubana en 1898. De su estancia en el Cayo se recuerda una serie de conferencias que impartió entre 1885 y 1888 sobre la Guerra de los Diez Años, que posteriormente conformaron los textos de su libro La revolución de Yara. A partir de 1891 ofreció a José Martí todo su apoyo para la gestación de la venidera etapa de lucha. Como delegado del Partido Revolucionario Cubano en la Florida.

Después de constituida la República de 1902, desempeñó varios cargos gubernamentales, entre ellos el de Director General de Comunicaciones y el de Tesorero General de la República. Fue Presidente de la Academia de Historia de Cuba. Ya delicado de salud, escribió Elogio a José Miró Argenter, que no pudo leer personalmente en la Academia de la Historia ya que falleció de causas naturales a los 83 años en La Habana, el 13 de abril de 1929.

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