No supuso el licenciado Francisco Iraola Serrano que la instalación fabril de su propiedad, situada en el partido judicial de Sibanicú, construida en el año 1844, llegaría a reunir tanta significación histórica en el Camagüey.
Ciertamente la fábrica llegaría a ser una de las más importantes productoras de la región camagüeyana, alcanzando los 1 015 bocoyes de azúcar, capacidad que duplicaría hacia la década del 60 del siglo XIX, al echar a andar modernas maquinarias movidas a vapor, adquiridas por el precio de 279 219 pesos oro.
Por otro lado, la casa de paredes de ladrillos y “techos de alfardas de cedro encintadas”, encimada a las ruidosas maquinarias y con su fondo dispuesto hacia la casa de calderas, atesoraba bienes muebles que sumarían los 2 425.00 pesos oro. Entre esos objetos figuraban dos bufetes de cedro, un reloj de péndulo, un velador, palanganeros de fina porcelana, dieciocho taburetes de cedro, dos docenas de asientos americanos, un espejo biselado de sala, una imagen de la virgen Purísima, diez cuadros de sala para pared, una escribanía de cobre, y un juego de Damas y otro de Ajedrez. Esto último, de gran relevancia histórica por tratarse de la presencia del juego ciencia en el ámbito rural del Camagüey y ser la única referencia conocida hasta la actualidad.[1]
La vivienda bien ubicada, rodeada de cañaverales y palmas Reales, al lado de un camino pedregoso y polvoriento, tenía igualmente su fondo mirando al valle que circundaba el monte y serpenteaba un arroyo. Reunía 22 varas de largo por 7 de ancho y 6 de altura, con sala techada en madera del país, de dos habitaciones, una cocina, comedor, dos recámaras, y portal de azotea de 4 ½ varas con sus 7 arcos, vigas de ácana y jiquíes y rodeado por barandas de hierro y de madera por el este y al oeste con balaustrada de cedro.
El piso de lozas de barro y de ocho puertas e igual número de ventanas guarnecidas con rejas de hierro, desde las que podía visualizarse el magnífico entorno natural, y al propio tiempo, desde el exterior, verse sus aposentos y demás espacios interiores repletos; adornados de muebles y demás objetos. Ese era “edificio nuevo, sólido y de buen gusto”.[2]
Escenario histórico
Hacia diciembre de 1860 este era el estado que presentaba una parte de la riqueza material y rústica del lugar que administraban los camagüeyanos Francisco Iraola, Juan Guilloma, Concepción Iraola y Juan Biliche.[3] El mismo escenario que seis años después administraría el Dr. Emilio Lorenzo-Luaces e Iraola, precisamente quien daría la bienvenida en el portal de acceso de balaustrada al Padre Escolapio Antonio Perpiñá y Piberná.
Por cierto, que al resumir en su libro tan singularísimo lugar, comentaría: “El Ingenio El Oriente, situado al Norte de Sibanicú, y a tres leguas de aquél pueblo, es una de las fincas más hermosas de la vasta Jurisdicción… ¡Qué panorama tan sorprendente!”, exclamaría quien debió quedar sorprendido por las muestras de cortesía y cultura dispensadas a él por el culto anfitrión.[4]
De seguro, en esa ocasión, tras la invitación a pasar hecha por el Dr. Luaces, y mientras debió repasar con su mirada la sala y todo lo que en ella la ornamentaba, destacaría: “(…) sala lujosamente adornada, en donde el amor á la ciencia, á las artes, al recreo y comodidades de la vida, estaba representado por un armónium[5] con bellas partituras, varios cuadros de gran mérito, objetos de caza, lindos pájaros disecados, una cómoda, alfombras y preciosos tapices”.[6]
Dos años más tarde, el 11 de noviembre de 1868, una docena de valientes, entre los que se encontraban el propio Dr. Emilio L. Luaces y su hermano Antonio, Salvador Cisneros Betancourt, los hermanos Eloy y Alberto Adán Betancourt, y otros jóvenes de ilustrísimos apellidos del Camagüey, con más ideas libertarias y democráticas encima que armas de fuego valederas, dieron la bienvenida al abogado Ignacio Agramonte Loynaz y a su hermano, el médico Enrique. Ellos habían arribado ese martes para completar uno de los grupos insurrectos pronunciados contra el Gobierno torvo de la colonia y darle a Cuba la independencia. Allí, en la misma sala en la que, tal vez antes, se habrían dado cita integrantes de la Ilustración criolla principeña, comenzó a perfilarse la trayectoria militar de el Mayor.
[1] Resulta interesante saber que en el edificio donde residiera en la misma década el Licenciado y Regidor del Ayuntamiento Tomás Pio Betancourt y Sánchez-Pereira, casona ubicada en la Plaza de San Francisco, este merecedor de la Orden de Isabel la Católica tenía en su bien dotada biblioteca un tratado de Reglas de Ajedrez así como un tablero y piezas del juego ciencia.
[2] Archivo Histórico Provincial de Camagüey (AHPC): Fondo Alcaldía Mayor de Puerto Príncipe, caja 24 expediente nro. 246. Intestado. 30 de junio de 1859 – 24 de septiembre de 1861.
[3] AHPC: Fondo Alcaldía Mayor Primera de Puerto Príncipe, caja 24, expediente nro. 246.
[4] Emilio Luaces nació el 1ro. de diciembre de 1840. Era hijo de José Lorenzo-Luaces Ferradás, y de Concepción Iraola Díaz. En los Estados Unidos obtuvo la titulación en Medicina, aunque a su retorno a la ciudad de Puerto Príncipe no ejercería, hasta hacerlo ya incorporado al Ejército Libertador con el grado de Comandante, hasta alcanzar el de Coronel y la jefatura de Sanidad Militar. Finalizada la contienda, Luaces respondió a la solicitud de José Martí para incorporarse a la Guerra de Independencia de 1895, ocupando el cargo de Coronel de Estado Mayor. Fue también Gobernador Civil y Jefe Territorial del Camagüey. Ya retirado de la vida política, falleció este notable camagüeyano, el 4 de marzo de 1910.
[5] Otra de las referencias curiosas y singulares del Camagüey.
[6] Perpiña y Piberná, Antonio: Viajes pintorescos por el interior de Cuba y por sus costas, con descripción del país. Barcelona, Librería de J. A. Bastinos, 1889.