Recuerdos del hombre de la Amorosa Guajira

Foto: José A. Cortiñas Friman
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En alguna que otra ocasión, he querido escribir acerca de las anécdotas que tuve la gran dicha de vivir, con alguien que siempre será un artista representativo de la cultura cubana y sobre todo camagüeyana. Aunque su obra ha trascendido más allá de nuestras fronteras, siempre será nuestro. Me refiero al indiscutible maestro, músico, compositor, director de orquesta, y pianista Jorge González Allué.

Lo conocí personalmente en la década del 90 del pasado siglo, cuando laboraba en la Subdirección Artística del Sectorial Provincial de Cultura, desempeño que me dio muchas satisfacciones, aunque claro, como en todos los casos, también muchos tropiezos y desavenencias; pero lo cierto es que logré nutrirme de conocimientos amplios sobre el arte que como esponja capté de todos los artistas que me rodeaban.

Habitualmente visitábamos a Allué en su casa de la Avenida de los Mártires, lamentablemente hoy convertida en taller para arreglos de bicicletas, pizzería, según supe hace un tiempo. Nos recibía sentado en su sillón en la sala, y contaba, cada cosa que le ocurría, sus necesidades y las dolencias que lo aquejaban, que ya por aquel entonces se iban agudizando.

En una de las tantas veces que estuvo ingresado recibiendo tratamientos médicos por sus afecciones, en el Hospital Amalia Simoni, institución que según nos comentaba, lo trataban muy bien y eran muy atentos, lo visité.  Se puso muy contento como siempre cuando llegábamos su gente de cultura, como solía decir.

Recuerdo pidió papel y lápiz y se puso a escribir, luego me lo entregó, era como un pedazo de cartulina, y nada más y nada menos que me había escrito una canción, la número 204 de su ya larga lista de obras, la tituló “Balada en él.

La recibí con mucha emoción y la guardé. La vida me había concedido el enorme privilegio de que un autor de tanta valía me regalara un tema musical.

Un día me decidí a donarla a una Institución que atesora un sinfín de joyas patrimoniales, me refiero a la Casa de la Diversidad Cultural Camagüeyana, perteneciente a la Oficina del Historiador de la ciudad, pues pensé que era el mejor lugar donde podría encontrarse y conservarse, ya que indiscutiblemente Allué constituye todo un símbolo de nuestra cultura. Allí permanece en la Sala donde se exhiben los objetos relacionados con el arte, junto a instrumentos musicales, trajes típicos, y un grupo más de reliquias que hacen del lugar un sitio de obligatoria visita si queremos conocer un poco más a profundidad la cultura de nuestra villa.

Entre llamadas

Continúo recordando y llegan a mí las llamadas telefónicas nocturnas que me hacía, casi siempre después de las 7:30pm, después que ya yo llegaba de mi trabajo, entonces, a veces sin haber hecho otra cosa que saludar a mi familia, tenía que dedicarle un tiempo a que me contara cuentos, con un poquito de picardía algunos de ellos, pues era muy jaranero y le gustaba mucho oírme reír, según decía, por eso justamente en una de las estrofas de mi canción lo da a entender. Luego, al paso de muchos años, terminada mi labor en el Organismo de Cultura, fui a trabajar a la Oficina del Historiador, donde encontré a un compañero con el que también había tenido la satisfacción de compartir anteriormente, me refiero a Oscar Viñas Ortiz, quien se había desempeñado como Secretario General de los trabajadores de la cultura por mucho tiempo, pero acá, se encontraba al frente de las Relaciones Públicas.

De vuelta…

Entonces, el azar quiso que volviera a casa del Maestro Allué, pues, como tal vez conozcan, el amigo Viñas fue su biógrafo y sostuvo una entrañable amistad con él, por lo que para mí fortuna pude acercarme a él nuevamente, creo aún conservo algún que otro video que le tomamos.

En una ocasión accedió hasta que dos estudiantes de música de la Escuela Vocacional de Arte Luis Casas Romero, lo entrevistaran, lo que ha quedado para la posteridad afortunadamente.

Tiempo después, en 2001, justamente el 3 de noviembre, con 91 años, su fallecimiento; rememoro ese día con tristeza y dolor, pues se marchó uno de los pilares artísticos más grandes de nuestra ciudad. En la funeraria de la Vigía, en la sala, fue velado, homenajeado y agasajado por tantos, desde artistas, funcionarios y hasta personas de toda la ciudad cuando se enteraron, pues el maestro constituye un símbolo del Camagüey.

El homenaje

En el Cementerio General a la llegada del féretro, escoltado por la Banda de Conciertos, fue despedido el duelo por la compañera Rosario Pentón, miembro del Buró Provincial del PCC en aquel momento, bajo una llovizna pertinaz, pues se anunciaba la llegada esa noche del huracán Michel, se escuchó su pieza más emblemática cumpliendo su voluntad: “Amorosa Guajira”, en la voz de la cantante, Berta Balart, acompañada por el Conjunto Los Agramontinos y coreada por una gran parte de los participantes. Singular fue el homenaje rendido al músico ya desaparecido cuando cumplió sus 100 años, en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de la provincia, pues su biógrafo y amigo personal, presentó el libro que le dedicó, titulado “El último de los grandes”; donde de forma amena y diáfana nos conduce por la vida y obra del Maestro, poniendo en nuestras manos hechos vivenciales; hasta poco conocidos e inéditos, en algunos casos, sobre su fructífera y peculiar trayectoria personal y artística.

Por eso hoy con este sencillo comentario, a la luz de estos 19 noviembres de su ausencia física, pongo una flor más a su memoria, pues aún lo recuerdo con el mismo respeto de entonces, cuando hablábamos por teléfono, con el desenfado que siempre lo caracterizó y evoco su siempre simpática y agradable conversación.

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