Un día del mes de junio del ya lejano 1984, comencé a laborar en un sector que, como otras veces he comentado, me ha traído grandes alegrías, conocimientos y lo más importante, grandes amistades.
Me refiero al sector de la cultura, aunque procedía de otro que es muy afín, el de la educación, ese que me propició una de mis grandes pasiones: enseñar.
Pero como son las cosas de la vida luego llegué al de la ciencia, del que, aunque laboré en él poco tiempo, guardo también muy gratos recuerdos y del que aprendí también mucho, y hoy en día conservo amistades verdaderas.
Recuerdos más cercanos
Quiso la vida, que un conocido por aquel tiempo, me propusiera fuera a brindar mis servicios, no sin un poco de temor, a la que continúa siendo mi casa: la Oficina del Historiador de la ciudad y entonces fue cuando otro día del propio mes de junio, exactamente el 7, pero de 1999, comenzó una nueva etapa en mi vida laboral.
Regresaba una vez más, a desempeñar funciones culturales similares nuevamente, sí, pues mi mundo siempre tuvo que ver con proyectos culturales donde artistas, creadores, promotores, aficionados, especialistas y gestores de cultura en general, se dispusieron junto a nosotros a hacer realidad un conjunto de sueños, que hoy por hoy confieso, en ocasiones parecían quimeras inalcanzables.
Así como he dicho en más de una oportunidad, con mi archivo al hombro, dentro de un bolso, pues ni con local contábamos; comenzó esta hermosa labor de la que me enamoré completamente y de la que aún no puedo desprenderme.
Si retornara en el tiempo, volvería a elegir esos caminos, para vivir nuevamente las experiencias maravillosas que me han hecho vibrar muchas veces el corazón, pues si nos quitan la cultura, como ya se ha dicho, nos quitan el alma.