Buscando entre los hilos que unen la historia, me encontré con una anécdota bien hermosa, que vale la pena desempolvar y dar a conocer. Se trata de una camagüeyana por adopción, quien tuvo la dicha de conocer al patriota Frank País en su natal Santiago y además, recibir de sus manos un reconocimiento como alumna destacada.
Se trata de Julia Margot Delgado Delgado, la que como sus apellidos lo anuncian, mantiene unaesbelta figura a sus 80 años de edad,así como una memoria prodigiosa para contarnos con detalles aquel bello encuentro con el líder del Movimiento 26 de Julio en Oriente;que era profesor del colegio donde Margot cursó la secundaria.
Con una sonrisa suave y un rostro afable, me recibe en su casa de la Calle Príncipe, donde vive hace más de 35 años; se nos unen al diálogo su esposo e hija, quienes también sienten orgullo por aquel regalo de la historia.
En el colegio
Ella estudiaba en el colegio El Salvador, perteneciente a la Iglesia Bautista de Santiago de Cuba. El claustro estaba integrado en su mayoría por mujeres, sólo dos hombres impartían algunas materias relacionadas con la educación Cívica, uno era Frank.
Recuerda con toda nitidez que cada viernes en la escuela se realizaba un acto cívico, lo que hoy llamamos matutino. Los impartidos por el joven maestro,Frank, eran un éxito, pues su verbo era muy atractivo y sus enseñanzas sobre el amor a la patria y a la familia eran del interés de todos; por eso la asistencia de esos días rebasaba los límites del patio. Insiste en que hablaba muy bonito, cautivaba por su manera de expresión.
El acto de fin de curso no fue diferente, todos participaron y con muchas iniciativas: una graduada realizó una escena donde soñaba con la profesión de su futuro y para que escogiera, desfilaron varias muchachas vestidas de diferentes especialidades; a Julia le tocó de enfermera y fue en ese momento donde la sorprendió un homenaje.
Resulta que, al terminar la obra, Frank la llamó desde la escalera con un gesto, para que subiera a la dirección. Al llegar, y para su sorpresa, él mismo le colocó una medalla que la acreditó como “la mejor alumna del año”, la cual se acompañó de otro galardón, el de “mejor alumna por su buena conducta y aplicación”. Las dos joyas doradas han acompañado a la familia en sus varias mudanzas, las atesoran con todo el valor sentimental que encierran, por llegar a su pecho de manos de tan excelso cubano.
Últimoencuentro
Son muchas las emociones que nos asisten en esta conversación, pero quiero que me cuente más sobre Frank como persona, como el ser humano valiente, dulce, enamorado; como hombre de fe y de altos principios. Sus ojos se llenan de brillo y tiene que hacer una pausa, retomar el aliento y vuelve a sonreír para continuar.
Dice que su personalidad era muy imponente, casi siempre vestía de traje blanco, no era un hombre de muchas risas sino muy serio para su juventud, lo recuerda con una sonrisa dulce y mirada triste.
Su peculiar manera de despedirse dejó a la familia de Julia muy sorprendida, pues tenía amistad con su tía, quien en días de lluvia le había prestado un paraguas y al terminar el curso fue a devolverlo; de allí no volvieron a verlo. Sólo referencias de conocidos que lo vieron como carbonero, vendedor ambulante y en otros oficios, para continuar sus tareas en la clandestinidad; fueron las últimas noticias sobre Frank.
Poco tiempo después supieron de una detención en la unidad de la policía, a la que todos sus alumnos querían asistir a visitarlo.
El director de la escuela y Reverendo de la segunda Iglesia Bautista, Agustín González, fue en representación del centro docente, mientras instó a maestros y alumnos a orar por la libertad de tan querido joven. A la capilla se unió la madre de los hermanos País: Doña Rosario. Hubo juicio y salió en libertad, pero continuó su labor de conspiración contra Batista y meses después, fue ametralladopor fuerzas represivas, junto a uno de sus compañeros,en el Callejón del Muro.
Admiración
Esa es la palabra que llega al pensamiento de Julia cuando recuerda al maestro FrankPaís. Llega con acordes de piano, pues él también tocaba el instrumento y cantaba en el coro de la iglesia.
A pesar de todo, Margot aún no se explica cómo un muchacho tan joven, en poco tiempo, llegó a ser un líder tan descollante.Al sacar sus recuerdos, a los que suma el libro “Frank entre el sol y la montaña”, de la autoría de William Gálvez, siente un orgullo sano, pues tuvo la dicha de conocer a quien Fidel, al saber de su muerte hace 67 años, catalogara como… “símbolo de toda una generación que se sacrificó con valor”.