Símbolo de patriotismo: el incendio de Guáimaro

Foto: Cortesía de la autora
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José Martí en el artículo del 10 de abril de 1892 publicado en el periódico Patria, expresaba de Guáimaro «Tienen los pueblos, como los hombres, horas de heroica virtud…» palabras que encerraban su admiración para el lugar donde nació la República en Armas, y por el simbolismo que representó el incendio de la ciudad ante que cayera en manos españolas el 10 de mayo de 1869.

El lugar donde emergió la esperanza y la certeza de alcanzar la independencia de Cuba vivió momentos de júbilos por los preparativos de la Asamblea Constituyente, la llegada de los principales jefes insurrectos y de otros mambises que le acompañan, así como la presencia de familias camagüeyanas que se encontraban en el poblado, primero en ser tomado por las tropas mambisas en el departamento Centro el 4 de noviembre de 1868.

Sin embargo, una página de dolor y entrega a la nación se escribió el 10 de mayo de 1869, cuando los propios habitantes incendian su hogar, la patria chica que había acogido al gobierno de la República en Armas, el pueblo que poseía 217 viviendas de madera y tejas, en su mayoría con amplios portales rodeada de numerosas fincas ganaderas y una tradición cultural expresada en oficios, manifestaciones artísticas, verbenas, bailes, ferias, etc.

¿Cuánta alegría truncada en Guáimaro?

¡Qué gesto de sacrificio y entrega a una causa!

Una pregunta recurrente en la historiografía son las razones que condujeron a la decisión tomada por los cubanos, muchos historiadores aluden a las noticias -que no fueron confirmadas, pero que no eran improbable – sobre la salida desde Puerto Príncipe hacia el poblado de una fuerte columna española conformada por la infantería, artillería y caballería con el propósito de tomar el pueblo.

Por otra parte, los ajetreos militares en la ciudad principeña propios del peligro que representaba para España la cercanía de un lugar tomado por las fuerzas mambisas parecían no dejar dudas, la decisión no se hace esperar, se acuerda su incendio tal como había sucedido en Bayamo.

Hombres, mujeres, niños y las fuerzas de 100 mambises bajo las órdenes del coronel Manuel de Jesús Valdés Urra (Chicho), llevan a cabo la inmolación del poblado, se recolectan vinos, aceites y otros combustibles para tal empresa. Al atardecer las llamas comienzan a devora la ciudad y el cielo se viste de cenizas que se esparcen junto a la proeza de la epopeya mambisa.

Sus vecinos se guarecen en las fincas cercanas, otros marchan a los campos insurrectos de la región. Ana Betancourt, precursora en la solicitud de los derechos de las mujeres en la naciente República, recordaba tribulada años más tarde el rumor de las llamas, el ruido de techos, puertas y ventanas al caer y la desolación de la ciudad

No obstante, fue a finales de diciembre del propio año que el mariscal de campo dominicano Eusebio Puello Castro logra entrar con su columna de las tres armas para tratar de romper los misterios de Guáimaro. Era tarde, la Revolución independentista tenía un símbolo más de patriotismo.

Al preguntarle al Máster Desiderio Borroto Fernández, historiador, investigador y guaimareño genuino que representaba este hecho, lo denominó sacrificio, coincidía con las palabras del también historiador Ricardo Muñoz Gutiérrez en su texto Historias para para no olvidar. Por mi parte siento que el sacrificio entrañaba valor y esperanza, e indiscutiblemente fue de las páginas heroicas más extraordinaria que tuvo la guerra en el Camagüey.

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