Sopla El Viento, sin temor a la oscuridad

Foto: José A. Cortiñas Friman
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Aquella noche, después de enfrentar no pocos obstáculos, logré llegar al teatro. La nueva propuesta invitaba a hacer un paréntesis en nuestros ajetreados días, para regalarnos un presente sobre las tablas.

Después de la afectuosa bienvenida del relacionista público de Teatro del Viento —quien con pasión comentó los muchos valores que defiende la obra, una versión muy contemporánea del amor shakesperiano, con los matices y saldos negativos que traen los rencores y la violencia— entramos con muchas expectativas luego de haber cambiado las entradas dos veces, debido a las lluvias y a otros acontecimientos.

Ya sentada, a la izquierda me acompañaba mi hija, que soñaba con ver en persona al director y poder vivir este espectáculo -pues resulta su obra literaria favorita. A la derecha, mi fiel escudero, mi esposo, quien siempre está dispuesto para todas mis aventuras culturales.

En sus palabras de bienvenida, Freddys Núñez Estenoz, director del grupo, nos agradeció al público presente la decisión de querer asistir al teatro a pesar de los pesares; pero la gratitud es nuestra porque este “viento de las tablas” no deja de resistir. Con apagones, necesidades económicas y su sede en construcción desde hace mucho tiempo y sin cercanas perspectivas de terminación, ellos siguen soñando y creando para quienes hemos decidido quedarnos en nuestra tierra y enfrentar las adversidades.

La obra

Romeo y Julieta.cu es una apropiación de la obra de Shakespeare, de una manera que puede ser la historia actual de dos familias cualesquiera en Camagüey, La Habana, Matanzas, Santiago de Cuba o cualquier ciudad de esta Isla.

Entre amor y textos de la historia central se recuerdan los últimos casos más conocidos de feminicidios y asesinatos, que conmueven sobretodo porque si algo ha sido un privilegio de este sistema social es justamente la paz ciudadana.

La obra también llama la atención en torno al tema de la emigración, que tanto lacera a las familias. En ella se muestra el sentir de quienes se alejan buscando una mejor economía, y dejan detrás a sus seres queridos, su casa, su identidad…; lo cual llenó de lágrimas los ojos de muchos espectadores.

El apagón

Cuando la obra avanzaba, dejó de funcionar el fluido eléctrico. Con celulares y lámparas auxiliares se intentó continuar, pero faltaban elementos sonoros y luces. Freddys decidió detener el espectáculo y esperar diez minutos. El calor apremiaba, hasta que por fin regresó la corriente. Con un esfuerzo titánico, los actores retomaron el hilo conductor, la escena volvió.

Así ocurrió cuatro veces, hasta que ya agobiados por el calor e indignados por los inconvenientes, nos pidieron disculpas. No era necesario; estábamos agradecidos y conmovidos por su heroicidad, pues los actores son en su mayoría recién graduados y amigos de la provincia de Ciego de Ávila que vinieron a apoyar al grupo. Con un calor sofocante, sus vestuarios de época y el maquillaje derretido nos dieron una lección de resistencia por querer a toda costa presentarnos su trabajo.

En la escena final, nuevamente llegó el apagón. Las personas no se movieron de sus lunetas; se hizo un silencio profundo, sacaron sus celulares… Todos queríamos ver el cierre dorado. Los amantes querían cambiar el desenlace, nosotros estábamos a la espera. A mi lado, Roxy recitaba los diálogos de Romeo y Julieta en el balcón. Los amantes fueron dejando un mensaje de dolor y la decisión de seguir contra la marea. Lágrimas, silencio… el desenlace quedó trunco.

En la penumbra se alzó la voz del director: no hay forma de cerrar sin sonido ni luz, perdonen otra vez, regresen mañana, por favor.

De repente, aplauso cerrado y sostenido. Gracias, son grandiosos. El final puedo imaginarlo; pero la lección de resistencia de este grupo teatral de continuar apostando por el arte desde la realidad actual, desde su tierra, es su mayor mérito y el mejor final para esta obra.

Gracias Teatro del Viento por seguir soplando sin temer a la oscuridad.

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