La segunda de las María(s) fue quien me abrió la puerta de su hogar. Para mi sorpresa, había sido mi maestra de la asignatura Fundamentos de los Conocimientos Políticos, en la secundaria básica Juan Marinello. Era muy exigente en la formación de sus alumnos, una excelente profesora. Durante sus clases te hacía vivir los combates y sentirte el héroe o la heroína.
Echamos a andar la historia y volvemos a sus inicios. María Elena se convirtió en maestra de la Enseñanza Primaria. Disfrutaba trabajar con los niños, pero al graduarse le pidieron formar parte de un contingente que laboraría en la entonces Isla de Pinos. Allá impartió clases durante siete años. Siempre extrañó su ciudad.
Mucho le place contar su participación en el acto solemne en el cual Fidel nombró al municipio especial como Isla de la Juventud, el 2 de agosto de 1978, en el marco del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes celebrado en Cuba.
La decisión constituyó un reconocimiento a los miles de jóvenes que allí estudiaron y desarrollaron su labor creadora, ante el llamado a contribuir al desarrollo de ese territorio.
María Elena recuerda con emoción la insistencia del Comandante en Jefe en que aquel pedazo cubano se convirtiera en una tierra de oportunidades para la juventud, en una tierra repoblada con nuevos sueños.
Luego de cumplir su tarea, María Elena extrañaba demasiado el hogar y su tierra. Por eso, regresó a casa; pero había muchos maestros primarios en esa etapa. Debido a ello, solo encontró trabajo en la secundaria Alfredo Álvarez Mola, donde impartía clases su hermana María Julia -la menor de las tres María(s).
La plaza que había disponible era para dar clases de Historia. Así, se sumó a la especialidad de la familia.
Por los senderos de la Historia
Cuando comenzó con la asignatura Fundamentos de Conocimientos Políticos, que devino Educación Cívica, la impartió en varias escuelas secundarias, hasta que sumó 41 años de trabajo.
En el año 2002 se jubiló. Poco después, cuando inició la universalización para personas desvinculadas de los estudios, la llamaron de vuelta a las aulas -en las que permaneció durante siete años más, educando y enseñando a las nuevas generaciones los valores y luchas de nuestros predecesores.
María Elena recuerda con alegría las investigaciones históricas que realizó junto con sus estudiantes, en la búsqueda de conocimientos relacionados con tarjas, monumentos y sitios históricos de Camagüey, muchas veces desconocidos para los más jóvenes.
Aunque ella ya dejó de impartir clases en las aulas, nunca ha cesado de enseñar. Su casa es una suerte de biblioteca para estudiantes de todas las edades, vecinos y hasta adultos mayores insertados en cursos de superación. Cualquier interesado que toca a su puerta, para saludar o para indagar en algún hecho histórico concreto, encuentra el libro indicado o los apuntes de la profe, que hacen de la Historia un camino interesante y hermoso.
Por eso está segura de que los maestros nunca se retiran, que son eternos; porque guiar con el ejemplo a buenos ciudadanos es una práctica diaria de esta profesora y camagüeyana por excelencia, quien no aceptó seducciones de la Isla de la Juventud y regresó a donde es feliz -orgullosa por su buen decir y por el gentilicio que nos define.
María Elena y yo nos despedimos con un abrazo y un hasta luego; mientras esperamos por la más joven de las hermanas a las que dedicamos la serie Tres Marías para la Historia.