María Julia
No pensaba ser maestra, se inclinaba más por las ciencias médicas, pero su profesor de Historia Héctor Rodríguez, a quien le agradece todo lo que es hoy, la hizo su monitora de la asignatura y luego le fue inoculando esa pasión que dura hasta hoy.
Como ella dice: “le inyectó el bichito del magisterio”, del que nunca ha podido curarse.
Ya en ese camino, Fidel convocó a los jóvenes en la década del ’70 a formarse como profesores y apoyar en la enseñanza secundaria. Allá fue con sus 18 años llenos de voluntad e inexperiencia, y la acogida y guía de la jefa de cátedra y del director de la escuela Álvaro Morell, moldearon su manera de enseñar. Con la insistencia en que el educador, ante todo, debe ser un ejemplo.
Desempeñó otras tareas dentro de la UJC, como cuadro, subdirectora de escuelas… Pero siempre regresó a la clase, pues con toda pasión asegura que no se hallaba lejos del pizarrón y aún hoy, celebrando sus bodas de oro con la enseñanza, sigue allí, presta a mostrarnos cuánto queda por transitar en el terreno de la Historia.
Una misión que la enorgullece
En la secundaria básica Inés Luaces fue asignada como la profesora que atendería a un alumno especial. Así fue sus manos y oídos, hasta que el joven creció intelectualmente y enfrentando todo tipo de desafíos, se convirtió en nuestro colega, el periodista Jorge Enrique Jerez Belisario: Jorgito.
María Julia siente sano orgullo al verlo hoy como un profesional de la prensa escrita, respetado por todos. Él a su vez agradece a la profe, quien es como su segunda madre, la abuela del corazón de su niña y parte importante de esa familia que sobrepasó todo tipo de obstáculos.
Los buenos maestros no se olvidan
Eso le dijo un exalumno, doctor y jefe provincial del servicio de neumología, quien ya peina canas y al momento la reconoció, aunque las circunstancias del reencuentro no eran agradables, pues despedían el funeral de un amigo.
El médico no dejó pasar el reencuentro, la esperó a la salida y le preguntó: ¿usted es la profesora de Historia, María Julia?
Hizo un rápido retorno en la memoria y su rostro la llevó a las primeras aulas en las que laboró, cuando ella también estudiaba para licenciarse. Sorprendida inquirió: cómo puedes recordarme, muchacho; y el doctor insistió con su argumento, pues realmente hay maestros que nunca olvidamos.
Está de acuerdo, pue ella nunca olvida a su mentor Héctor, quien la condujo por ese camino y nunca logró librarse del “bichito del magisterio”
Pasajes para no olvidar
Después de tantos años impartiendo Historia, María Julia insiste en la importancia de profundizar y aterrizar más los contenidos en hechos y figuras de la historia local. Para ella hay un combate del que poco se habla y que antecedió al que llevó a la caída en combate de Ignacio Agramonte.
Ese pasaje histórico está relacionado a la batalla en el Cocal del Olimpo, cerca del Potrero de Jimaguayú. Allí la caballería de Agramonte había vencido y causado muchas bajas al ejército español.
El Mayor regresó a Jimaguayú después de sus victorias de Molina (7 de mayo de 1973) y Cocal del Olimpo (7 de mayo de 1873), siendo recibido con gran entusiasmo por las tropas allí acampadas. Motivos que llevaron al enemigo a organizar otro enfrentamiento, el del 11 de mayo, donde perdió la vida El Mayor.
La despedida
Después de una tarde amena, recibí una clase de las tres Marías para la Historia. Para ellas fue su mejor elección la enseñanza, pues solo la menor sigue frente a las aulas, pero las otras dos en casa, en el barrio y hasta por teléfono, continúan formando valores -esos que nos hacen amar a La Patria y nunca olvidar de dónde brotaron nuestras raíces.