Su voz es potente, pero se acompaña de una peculiar dulzura que viene del corazón. La serenidad que siempre muestra detrás del micrófono deslumbra al recién llegado. Parece que hubiera nacido para esa hermosa profesión.
Adelfa Valdez Hernández comenzó en el camino de la locución en 1972, con solo 16 años, en la otrora emisora Radio Brisas del Mar, hoy Radio Santa Cruz del Sur.
Sentarme junto a ella en un estudio, compartir micrófonos y atreverme a escribir su apasionante historia de vida es, al mismo tiempo, un honor y una clase magistral, así que fui a esperar a que terminara su programa estrella, Meridiano; y desde el estudio #1 de Radio Cadena Agramonte, descubrí a la locutora, maestra de varias generaciones, amante de la poesía, madre y abuela entregada y, sobre todo, a la mujer sensible, siempre dispuesta a ayudar a sus oyentes.
Primeros pasos de un largo viaje
Con emoción por revivir tantos recuerdos y con esa energía que siempre desborda, regresamos a su primera vez ante los micrófonos.
Adelfa cuenta que sus vecinos la animaron a presentarse a una convocatoria que había hecho la recién inaugurada emisora santacruceña, que no tenía personal.
Por ser de origen humilde, dice que nunca había visto un micrófono de cerca, pues en su familia no había artistas. Se sentó donde le indicaron y leyó una noticia… Al terminar le dijeron: “Muy bien, ese será su puesto de trabajo”; y allí comenzó su vida en la radio, la cual califica como la mitad de su existencia y uno de sus grandes amores.
Primeras emociones
En menos de dos años obtuvo evaluación de B, lo que ahora corresponde al segundo nivel. Era un tribunal de todos estrellas, integrado por personalidades del medio como Josefa Bracero (directora de radio), Mario Crespo (locutor), Romo (profesor de locutores en Morón) y Francisco Canela (locutor).
Luego conquistó su primer nivel, que mantiene hace 40 años, con un tribunal que dirigió el reconocido locutor de Radio y Televisión Nacional, Manolo Ortega.
La prueba de locución incluye tres modalidades en su examen práctico. Una de ellas es la declamación. Adelfa pidió hacer su poema a oscuras y emocionó tanto al jurado que obtuvo el máximo de la puntuación.
Regresan esas emociones a la cabina donde estamos conversando y su rostro se ilumina, como el mar de Santa Cruz que inspiraba muchas de sus narraciones.
Premios
Ella confiesa que disfruta muchísimo al poner su voz para las crónicas de radio, labor que le mereció dos premios en festivales nacionales, además de muchos otros lauros y distinciones, entre los que figuran la de Artista de Mérito, Micrófono de Cristal, Sentido de una Vida, participación en 30 festivales de la radio y algunas medallas y reconocimientos en el sector de la Cultura.
Pero su mejor premio es sin dudas el saludo afectuoso del pueblo camagüeyano al desfilar ante la tribuna en la Plaza de la Revolución, cita a la que ha faltado en una sola ocasión en sus 52 años de carrera.
Otra satisfacción en su entrega es la de ser ejemplo del buen decir para muchos estudiantes universitarios, a los que sus profesores los remiten a ella para desarrollar la expresión oral.
El programa de su vida
Llegamos a Meridiano, revista de facilitación social con gran audiencia en toda la provincia de Camagüey, donde la conocí hace unos 20 años, cuando me asomé a este mundo de sonidos y palabras.
Allí tuve la satisfacción de ser guiada en mis primeros pasos por Adelfa y el desaparecido y admirado locutor José Luis Cadena. Desde entonces, ella sigue allí, pidiendo ayuda para los oyentes que necesitan un medicamento, avisando sobre permutas, objetos encontrados, ofertas de empleo, entre otras secciones, siempre ofreciendo la información oportuna.
Su más fiel oyente
Por su carisma, algunos oyentes vienen al estudio solo a conocerla. A todos los trata con deferencia y respeto. Sin embargo, desde hace dos décadas, hay una persona que es su oyente preferida, es invidente y se apoya en las informaciones del programa para hacer gestiones.
Su nombre es Delia, vive en el Reparto Agramonte y han fortalecido su amistad gracias a la radio.
Un día Delia llamó al estudio para agradecerle a Adelfa por su trabajo y la invitó a visitarla, pero no le dijo que era invidente. Cuando se encontraron, nació una amistad que dura hasta el día de hoy. Las dos se quieren mucho, Adelfa la visita con frecuencia y la ayuda en todo lo que puede.
Es por ello que la crónica de quien ha dedicado tantos años a informar a su pueblo, no puede terminar de otra manera que utilizando la propuesta que hace su más fiel oyente y que nosotros compartimos con un sentimiento cómplice.
Esta petición es al mismo tiempo prueba de amistad, un merecido reconocimiento a su trabajo y muestra de cuánta magia puede tejer la radio. Creo que muchos camagüeyanos, dentro de los que me incluyo, nos unimos a Delia en su ruego mil veces repetido: Adelfa, no dejes nunca la radio, tu voz son mis ojos.