Un día para todas las religiones del mundo

Fotos: José A. Cortiñas Friman
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Por: Oreidis Pimentel Pérez

La confluencia de las religiones o de la religión, dicho de una manera abstracta, también tiene su día desde 1950 y para más parecido con fechas más familiares como de las madres o padres también es una fecha movible, el tercer domingo de enero. Esta designación internacional, poco conocida o divulgada tuvo su génesis en la necesidad de la tolerancia intercultural, pues nada divide más a los seres humanos que los dogmas y fanatismos tanto políticos como de creencias.

Paradójicamente la iniciativa de este Día Internacional no partió de religiones mayores, monoteístas y más generalizadas como el cristianismo, el judaísmo o el Islam, sino de una casi desconocida Asamblea Nacional Espiritual de la religión Bahai, en los Estados Unidos, un movimiento con influencia persa que abogó por una fecha de coincidencia pacífica.

La imposición de un sistema sobre otro, la conquista y creación de imperios ha tenido en la religión una de sus armas fundamentales y todavía las limpiezas étnicas mantienen las viejas marcas de los antagonismos católicos-protestantes dentro del cristianismo, chiitas-sunitas en el plano de los musulmanes, cristianismo-islamismo y viceversa, islamismo-hinduismo y judaísmo/sionismo-islamismo, por solo citar algunos. Además, gran parte de las religiones del Tercer Mundo, las aborígenes de América y las africanas, han sido invisibilidades tras la llegada de la “espada y la cruz”, por tanto nuevos conceptos sociológicos e históricos han demostrado la necesidad de preservar estos también llamados bienes inmateriales.

Desde Cuba

En el caso cubano los vestigios coloniales no hicieron desaparecer diferentes manifestaciones. Si pudiera pensarse que lo aborigen se desvaneció en la nación estaríamos olvidando que la figura original de la Virgen de la Caridad del Cobre está hecha a base de una masa mezclada de maíz, evidencia indiscutible de manufactura de origen aborigen, también que rituales del Espiritismo de Cordón tienen paralelismos en el baile del areíto.

Y si de religiones puras hablamos hay demasiada mixtura, pues en sentido general la coexistencia pacífica aquí de muchas manifestaciones hace que como concepto tengamos una religión diversa y difusa. La voluntad política ha hecho que la libre elección de credo y el respeto a sus expresiones sea un derecho constitucional en Cuba, una nación mestiza y que durante siglos vio opacada su rica herencia africana. Hoy es demasiado común ver collares de cuentas coloridas en personas con diferentes tonos de piel y orígenes sociales y espectáculos folclóricos en todos los espacios culturales, algo impensable hace décadas, mientras el reciente filme nos “recompone” la historia supuestamente aprendida del fusilamiento de los estudiantes de medicina en 1871, donde nunca se contaba del intento de rescate de los abakuás, una fraternidad lastrada por los estigmas del ñañigismo y el oscurantismo.

Por otra parte, para entender la relación y separación Estado-Iglesia, desde los conflictos de los primeros años de la Revolución hasta el mayor acercamiento con la visita en 1998 del Papa Juan Pablo II, podríamos remitirnos al libro clásico de Frei Betto “Fidel y la religión” y a la entrevista de Gianni Miná. Desde los años 80 los términos cubanos comenzaron a moverse desde el discurso ateísta hacia uno laicista, más inclusivo y abierto, lo cual ha devenido en incluso más apertura a otras influencias extranjeras, pues ya hasta La Habana tiene templo ortodoxo ruso y ha recibido a patriarcas.

Según datos estadísticos en Cuba el 86,85%, de la población profesa alguna creencia, siendo el catolicismo más de la mitad de este índice (en gran parte por la tradición española, no olvidar el pasado colonial), pero cada día aumenta más el sincretismo, casi a la mitad de las encuestas.

En el plano local

Camagüey, más allá de ser conocida como la Ciudad de las Iglesias, por sus grandes templos católicos que jerarquizan plazas y barrios, es también una ciudad muestra polifacética en creencias: hay un templo bautista en la misma calle que la catedral y la también católica Nuestra Señora de la Soledad, una sinagoga en la barriada de La Vigía, una mezquita en una sencilla casa de San Isidro, voduísmo en el reparto Cándido González (para no olvidar la presencia haitiana), casas culto y hasta la práctica del budismo. En una nación tan diversa el tercer domingo de cada enero tiene especiales connotaciones.

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